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Y así fue verdad, porque al instante entró un muchacho con una canasta de colar cubierta con una sábana. Alegráronse todos con la entrada de Silbato, y al momento mandó sacar Monipodio una de las esteras de enea que estaban en el aposento, y tenderla en medio del patio. Y ordenó asimismo que todos se sentasen a la redonda; porque en cortando la cólera, se trataría de lo que más conviniese.

Cerca de unos prados 155 Que hay en mi lugar, Pasaba un borrico Por casualidad. Una flauta en ellos Halló, que un zagal 160 Se dejó olvidada Por casualidad. Acercose a olerla El dicho animal; Y dió un resoplido 165 Por casualidad. En la flauta el aire Se hubo de colar, Y sonó la flauta Por casualidad. 170 ¡Oh! dijo el borrico: ¡Qué bien tocar! ¿Y dirán que es mala La música asnal?

-No son los amores como los que vuestra merced piensa -dijo el galeote-; que los míos fueron que quise tanto a una canasta de colar, atestada de ropa blanca, que la abracé conmigo tan fuertemente que, a no quitármela la justicia por fuerza, aún hasta agora no la hubiera dejado de mi voluntad.

Sin duda la repulsa sufrida la había herido y no quería exponerse á otra. Un día que D. Félix después de comer se hallaba de mejor humor y departía amigablemente con los mayordomos debajo del corredor emparrado, D.ª Robustiana se aventuró á decirle: Mañana es día de amasijo, señor, y además tengo que colar la ropa de dos semanas... ¿Quiere que mande un aviso á Flora para que venga á ayudarme?

Todos le volvieron las gracias; tornáronse a abrazar la Escalanta con Maniferro y la Gananciosa con Chiquiznaque, concertando que aquella noche se viesen en la de la Pipota, donde también dijo que iría Monipodio, al registro de la canasta de colar.

Y reíase de la otra buena vieja de la Pipota, que dejaba la canasta de colar, hurtada, guardada en su casa, y se iba a poner las candelillas de cera a las imágenes, y con ello pensaba irse al cielo calzada y vestida. No menos le suspendía la obediencia y respeto que todos tenían a Monipodio, siendo un hombre bárbaro, rústico y desalmado.

Ellos las abrazaron con grande regocijo, y les preguntaron si traían algo con que mojar la canal maestra. Pues ¿había de faltar, diestro mío? respondió la una, que se llamaba la Gananciosa . No tardará mucho a venir Silbatillo tu trainel, con la canasta de colar atestada de lo que Dios ha sido servido.

A lo que he venido es que anoche el Renegado y Centopiés llevaron a mi casa una canasta de colar, algo mayor que la presente, llena de ropa blanca, y en Dios y en mi ánima que venía con su cernada y todo, que los pobretes no debieron de tener lugar de quitalla, y venían sudando la gota tan gorda, que era una compasión verlos entrar ijadeando y corriendo agua de sus rostros, que parecían unos angélicos.

Marisalada repostó en el acto: Tienes la boca, que parece un canasto de colar ropa. Con unos dientes, que parecen zarcillos de tres pendientes. y le volvió la espalda.

Dejáronle y, sacándola, abrióla; y echando en un vaso un poco de vino, salió con la lana y estopa un vino salvaje, tan barbado y velloso que no se podía beber ni colar. Entonces acabó de perder la paciencia el viejo, pero viendo las descompuestas carcajadas de risa, tuvo por bien el callar y subir en el carro con los rufianes y las mujeres.