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Actualizado: 14 de junio de 2025


El tenue, blanco vapor, que los cubría se perdía en la claridad del aire. Un rayo de sol vivo, refulgente, hirió la cabeza de la Peña-Mea tiñéndola de color naranja. Una nubecilla arrebolada, nadando por el cielo azul, vino á besarla y después de darle largo y prolongado beso siguió más alegre su marcha. Los pámpanos de la parra, sacudidos por la brisa, azotaron suavemente el rostro de Demetria.

Demetria le tropezaba de vez en cuando, unas veces en la aldea, otras camino de la fuente y siempre que le veía no podía menos de estremecerse. El recuerdo del agravio que aquel hombre asqueroso la había hecho á orilla del río asaltaba su imaginación y siempre estaba temiendo que se repitiese.

Nolo fué á la cuadra y sacó el caballo á la calle y cerciorándose de que ningún transeunte cruzaba á la sazón, llamó en voz baja á Demetria. En un instante la subió sobre el potro, montó él detrás de un salto, y ¡arre, Lucero! Como se hallaban en un arrabal de la ciudad pocos instantes tardaron en salir al campo.

Plutón avanzó rápidamente y quiso echar mano á la zagala; pero ésta, arrojándose atrás con igual presteza, alzó la pequeña hoz y la descargó con toda la fuerza de su brazo sobre la cabeza del traidor. Cayó al suelo. Demetria le vió inmóvil y creyó ver también la sangre que le cubría el rostro.

Pero no creas que me opongo á que te cases con él. Sigue tu camino. Lo único que quiero es que ántes me pagues el portazgo... Volvió á soltar Plutón otra satánica carcajada, enteramente seguro de que Demetria sucumbiría á su deseo.

Pero Demetria, que tenía el rostro demudado, la retuvo con fuerza de la mano. ¡Déjame á ! Flora cedió de buen grado. Saltaron los tres á la barca y aquélla fué á situarse en la proa para dejar solos á los novios. Nolo hubiera querido quedarse en tierra, hubiera querido ir también á la proa, hubiera querido que la barca se hundiese; todo menos quedarse mano á mano con Demetria.

¿Tanto te disgusta que te quiera? respondió Eladia sonriendo tristemente. No me disgusta, pero hace demasiado calor. En vez de miel yo necesitaría ahora un poco de agua de limón. En efecto, el pobre Jacinto había buscado y había hallado á su adorada Flora, pero ésta le había huído como siempre. También Nolo había querido acercarse á Demetria.

¡Jesús, qué diablos de hombres! ¡Me habéis asustado! exclamó Flora pasando instantáneamente del enojo á la risa. Demetria no dijo nada, pero clavó sus grandes ojos límpidos en Nolo con expresión amorosa.

El más alto goce que Demetria experimentaba era cuando el tío Goro se decidía á pernoctar en la cabaña. ¡Un día más! Aquello de dormir vestida entre la yerba, porque allí no tenían camas, y de cocer las judías y sazonarlas y batir los puches ó picar la sopa, causaba á la doncellita una felicidad inexplicable.

No estaban en la cocina más que Felicia hilando y Demetria concluyendo de limpiar la vajilla y colocarla en su sitio. ¡Calla!... ¿Ya tenemos quien nos ronque á la puerta? exclamó Felicia levantando la cabeza sorprendida y mirando á su hija con sonrisa maliciosa.

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