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Actualizado: 14 de noviembre de 2025
Si en Canzana hubieran querido añadió la joven después de un rato con acento no exento de amargura nadie me sacaría de casa. ¡Qué iban á hacer los pobres, si no son tus padres! murmuró Nolo. Ellos nada, pero dejarme á mí que lo hiciera. Bien sabes, Demetria, que eso no puede ser. Ni tenían razón para ello, ni se habrán atrevido á aconsejártelo.
Demetria, abre y dame un poco de agua, que tengo sed y estoy rendido dijo Nolo con vozarrón de falsete. ¡Pobrecillo! ¿Por qué no le hemos de abrir? exclamó Felicia. Y levantándose de su tajuela y con la rueca sujeta á la cintura á guisa de lanza, se dirigió á la puerta y la abrió. ¡Nolo!... Pero ¿eres tú?... ¡Cómo habíamos de pensar!...
Flora también quedó silenciosa al cabo. Ambas prosiguieron un buen rato su tarea sin decirse palabra. Al cabo aquella levantó la cabeza y sonriendo maliciosamente exclamó: ¡Si será verdad lo que dijo la tía Rosenda, la noche de la lumbrada! Demetria ya no se acordaba; la miró sorprendida.
Luego, haciendo un gracioso mohín de desdén, se volvió y emprendió de nuevo su camino. Cuando se hubo acercado al riachuelo tendió la vista á ver si había llegado Demetria. No la vió por allí.
La tía Felicia vino á proponer á Demetria la marcha porque ya era tarde y además le parecía que no tardaría en haber bulla. Al cabo de un instante también se presentó D.ª Robustiana, el ama de gobierno del capitán, con la misma canción, que iba á haber bulla. Y se llevó apresuradamente á Flora. ¿Por qué iba á haber bulla? Por lo de siempre, por la iniciativa de los más ruines y cobardes.
¿Y cómo es que estas rosas del valle, estas cerecitas maduras, no quieren bailar en una noche como esta? Nos agrada más charlar un poco, ya que pocas veces tenemos el gusto de vernos reunidas replicó Demetria apretando tiernamente la mano de su amiga.
Una vez allí, en vez de tomar el camino real de Entralgo, á la derecha del riachuelo, siguió la margen izquierda, por la falda de la montaña, á la altura de Canzana. Tampoco Demetria logró dormir aquella noche.
Su padre, el irreprochable Goro, la tomó de la mano y le dijo: Paréceme, Demetria, que llegó la hora de decirte algunas palabras instruídas; porque la sabiduría, no lo olvides, hija, es la mejor cosecha que un hombre puede recoger. Vale más que el maíz y que el trigo y si es caso vale más que el mismo ganado.
¡Mejor que mejor! ¿No has oído cantar á los ciegos esta copla: Morena tiene que ser la tierra para claveles, y la mujer para el hombre morenita y con desdenes? Y riendo como una loca se puso á charlar con su amiga Demetria, dejando al buen Jacinto afligido y hechizado al mismo tiempo. Las horas se iban deslizando. Algunas familias de Canzana comenzaron á desfilar.
Empezaba a salir gente, y caían algunas limosnas, pocas. Los casos de ronda total, dando igual cantidad a todos, eran muy raros, y aquel día las escasas moneditas de cinco y dos céntimos iban a parar a las manos diligentes de Eliseo o de la caporala, y algo le tocó también a la Demetria y a señá Benina. Los demás poco o nada lograron, y la ciega Crescencia se lamentó de no haberse estrenado.
Palabra del Dia
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