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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Flora también quedó silenciosa al cabo. Ambas prosiguieron un buen rato su tarea sin decirse palabra. Al cabo aquella levantó la cabeza y sonriendo maliciosamente exclamó: ¡Si será verdad lo que dijo la tía Rosenda, la noche de la lumbrada! Demetria ya no se acordaba; la miró sorprendida.

Pronto se organizó el baile. Próximos á la lumbrada se colocaron en dos filas los mozos y las mozas y viva y concertadamente cada cual frente á su pareja comenzaron á bailar. Entre ellas y ellos había extremados bailarines. Mas entre todos como el roble entre los maíces descollaba nuestro famoso Quino. ¡Qué garbo! ¡qué brío! ¡qué variedad increíble de figuras!

¿Cómo has venido esta noche por acá? le preguntaba ella. Yo pensé que estarías en la lumbrada de la Pola. Ya sabes que no me gustan las lumbradas. No digas eso: que te tiraba más la querencia hacia Lorío, aunque sea mentira replicaba ella clavándole una mirada enloquecedora. ¡Oh, no es mentira! , es mentira, embustero, es mentira... ¿Ves cómo te pones colorado?... ¡Porque es mentira!

Pocos en aquel jolgorio gozaban tanto, sin embargo, como el capitán D. Félix, cúya era la casa ante la cual ardía la lumbrada. Bajo y menudo de cuerpo, facciones agraciadas, cabellos grises y ojos extremadamente vivos, podría juzgársele por hombre de cincuenta años, aunque pasaba bien de sesenta.

Marchaba cantando, y mientras cantaba iba recordando y mientras recordaba iba soñando despierto. Antes de llegar á Rivota, en un recodo del camino sombrío y temeroso oyó una voz que gritó: ¡Alto! Y á pocos pasos delante de distinguió los bultos de unos cuantos mozos que sin duda venían de la lumbrada del Otero. ¿Quién me da el alto? preguntó con arrogancia el joven.

Parece siguió después el minero, mirándolas á entrambas con sus ojos de fiera traidora que no os gustan las caras manchadas de carbón... Os alegran más las que están salpicadas de leche y borona como las de aquellos zotes que os acompañaban en la lumbrada del Carmen... ¡Podían no gustarnos más! exclamó con desenfado Flora. Aquéllos son hombres... y vosotros unos micos.

Tanto ruido y algazara fué causa de que no se advirtiese en un principio la llegada de la juventud de Lorío y Condado. Se presentaron en gran número, silenciosos, fatídicos. En vez de acercarse á la lumbrada y tomar parte en el regocijo se mantuvieron lejos, en la sombra, formando una espesa falange cuya cola ó retaguardia se perdía en el camino fuera ya de la plazuela.

De todos modos manifestó aquél sonriendo de nuevo ¡hasta luego! ¡Se supone! Ya tienes en la lumbrada quien te aguarde, grandísimo zorro exclamó el chispeante Celso metiéndole el palo por el vientre á guisa de caricia. La lumbrada. Cuando los diputados llegaron á Entralgo, el sol había traspuesto ya las colinas por el lado de Canzana. Reinaba extraña y gozosa animación en el lugar.

Palabra del Dia

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