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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Sol, estrella, luna, flor, Aurora, sílfide, brisa, Que alumbra con su sonrisa Y alumbra con su mirar, Es original sin tipo Que encierra en sí al universo, Y que no es dado, ni al verso, Ni al pincel el retratar! La lira cae de mi cansada mano, Y me siento vencido en tu presencia: Perdóname si quise en mi demencia Tu candorosa imágen retratar.
Pero después de la demencia ambiciosa de Eulame y del perfeccionamiento de los medios de destrucción, las guerras fueron de pueblo á pueblo, y toda la juventud de un país, abandonando campos y talleres, corría á matar la juventud vigorosa del otro país que había hecho lo mismo. Cada guerra significaba un largo alto en el desenvolvimiento humano, y luego un retroceso.
Como el tal líquido despertaba en él una demencia destructiva, mató á varios miles de los nuestros, nos causó otros daños, y tuvimos que suprimirle, encargándose nuestra Facultad de Química de disolver y volatilizar su cadáver para que tanta materia en putrefacción no envenenase la atmósfera.
Estaba habituada, años y años, a oír los latinajos del antiguo marinero, que desde su banco apoyaba a gritos las respuestas del ayudante. Todos daban cierto carácter sagrado a estos desvaríos, como los orientales, que ven en la demencia un signo de santidad. Fumó Jaime en la entrada de la iglesia para entretenerse.
Se marchó y yo me quedé como desvanecida en un sofá, con la cabeza en los cojines, dando vueltas al veneno que había vertido en mi pensamiento aquel monstruo que, según he visto claramente después, lo había combinado todo para impulsarme á un acto de suprema demencia. Un campanillazo me sacó de mi sopor y me hizo poner en pie. Miré el reloj y eran las siete. Abrí y vi á Juana.
Ni remotamente se me ocurrió mortificar poco ni mucho a los naturales de un país enemistado con el nuestro en aquellos trágicos días. La demencia patriótica que nuestros vecinos llaman chauvinisme es tan contraria a mi manera de sentir, que me tengo por libre de tal enfermedad ahora y siempre.
¡Pobre amiga mía! ¡Quién había de decirte que en tu grandeza serías tan desgraciada como en tu miseria! Sí, es verdad, es verdad... Pero me dejo arrastrar por tu demencia. ¡Llévame a mi casa, por Dios! Después concertaremos... Ya está concertado... Pero mi familia... Yo tengo nombre y familia... A eso voy. No, no puedo consentirlo.
Los historiadores extranjeros le mostraban la triste suerte de España, estacionada en el período crítico de su desarrollo, cuando salía joven y vigorosa del fecundo período de la Edad Media, por el fanatismo de sacerdotes e inquisidores y la demencia de unos reyes que, faltos de medios, quisieron resucitar la monarquía de los Césares, agotando al país en esta empresa de locos.
Sé que he creído ser Zumalacárregui, aunque si he de decirte verdad, aún en los momentos de más exaltada demencia había en el fondo de mi alma ciertas dudas... quiero decir, que no estaba yo completamente seguro de ser lo que decía, y mis dos personas, la verídica y la falsa se confundían y se separaban por momentos.... La manía de ser Zumalacárregui nació en mí del deseo de emularle.
Y más tarde no quería pensar cuándo , lo casaría con una mujer que fuera de su agrado; su nacimiento obscuro iba á realzarse con la seducción de una riqueza enorme... Pero el mundo se desplomaba de pronto en una demencia furiosa, y este príncipe de la suerte, cuya madre había conferenciado tantas veces con su jefe de cocina, imaginando sorpresas gastronómicas dedicadas á él, lloraba desde una llanura glacial remota y triste: «Mamá... hambre. ¡Tengo hambre!»
Palabra del Dia
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