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Actualizado: 13 de octubre de 2025


Principalmente la idea de que todo el mundo se ocuparía de él dentro de poco le embriagaba, le hacía sonreír con cierto modo diabólico y jactancioso. La aberración de su pensamiento le llevaba a las generalizaciones, como en otros muchos casos en que la demencia parece tener por pariente el talento.

El pobre labrador, agobiado por una existencia de fiebre y demencia laboriosa, quedábase en los huesos, encorvado como un octogenario, con los ojos hundidos. Aquel gorro característico que justificaba su mote ya no se detenía en sus orejas; aprovechando la creciente delgadez, bajaba hasta los hombros como un fúnebre apagaluz de su existencia.

Podía contar á docenas sus amigos muertos; unos, en montón, á tiros de revólver, en el fondo de una mazmorra; otros, fusilados. Varios habían perecido de hambre, como morían años antes los de abajo, que ahora tomaban su desquite. Todos estos horrores despertaban su egoísmo, haciéndole encontrar nuevos encantos á su situación. El mundo había caído en una demencia sanguinaria.

Los ojos del narrador brillaron con una luz de demencia al evocar sus recuerdos. Un amigo mío, un muchacho de mi tierra continuó, suspirando , acababa de apartarse de para ver mejor al sumergible, y se colocó precisamente en el lugar de la explosión... Desapareció de pronto, como si lo hubiesen borrado.

¡Ah, comediante!... ¡Ah, historiero!... Eres igual á tu padrino. Decía esto con una sonrisa ambigua en la que entraban igualmente su menosprecio por los idealismos inútiles y su respeto á los artistas; un respeto semejante á la veneración que sienten los árabes por los locos, viendo en su demencia un regalo de Dios.

Y andando, andando, y partiendo los unos de un principio falso y los otros de una verdad santa, llegan todos de la exageración al engaño, y pasan luego a la demencia; pareciéndoles a aquellos que pueden servir de guía a la juventud las crudezas de Zola, y creyendo estos que no conviene enseñar a los niños el Credo y los Artículos de la Fe sin introducir algunas prudentes modificaciones, de que yo pudiera citarle algún ridículo ejemplo.

Con vacilante pie mal en el coro De ninfas entra; y el alegre giro Y canto de las Ménades sonoro, Ó con flébil suspiro, Ó con dolientes ayes turba acaso; Que, en el misterio de la santa orgía, Ni el hierofante el tirso le confía, Ni él llega hasta la cumbre del Parnaso. ¡Ay Clori! ¿Qué demencia te extravía?

Salvage que en sus raptos de demencia Volcó la hermosa antorcha de la ciencia Para encender con ella su fogon, Donde quemó del pueblo los derechos, Y el bello libro de los grandes hechos... Mas ¡ah! su cifra está en el corazon. Entonces en demanda tuya, ¡oh Mayo!

Ya que Europa había caído en una demencia sanguinaria, él seguiría navegando por los mares lejanos. Gracias á su riqueza, podía mantenerse al margen de la lucha. Pero los tiempos cambiaban rápidamente; la vida era otra: todos los valores habían perdido su antiguo aprecio.

Su mirada infundió tanto terror a Jacinta, que dijo por señas a su marido que le dejara salir. Pero el otro, queriendo divertirse un rato, hostigó la demencia de aquel pobre hombre para que saltara. «Venga acá, querido D. José. ¿Qué tiene usted que decir de su esposa, si es una santa?».

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