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Actualizado: 9 de octubre de 2025


¡Ah! prosiguió la baronesa haciendo seña a la huérfana de que se sentara de nuevo, y cual si de pronto hubiera venido a su memoria un detalle olvidado por azar... Aun tengo que decirte algo... por más que la precaución sea inútil... Al dejarte entera libertad en la elección del hombre que escojas para marido, queda dicho, sin embargo, que hago una excepción: mi sobrino Pedro.

Leí en el rostro de Marta el deseo de no lastimar mi susceptibilidad. Entonces hasta mañana dijo en voz baja apretándome los dedos, y mañana verás la falta que nos haces, comprenderás que sería necesario que fuéramos locos, para dejarte partir nuevamente. ¿No es verdad, Roberto? ¡Seguro, con toda seguridad! dijo él soltando una carcajada que me pareció singularmente forzada.

Hizo una pausa la bondadosa señora; quedóse mirando al vacío tristemente, y luego, abrazando a su hijastra que aún permanecía de rodillas y acercando los labios a su oído, le dijo en voz baja: Mira, hija mía, yo no tardaré en morir y pienso dejarte todo cuanto tengo. La mitad de la fortuna de tu padre es mía, según me ha dicho el abogado de la casa.

Solo puede dejarte mi cariño Esta guirnalda que á tu frente ciño Adornada con flores de amistad; Flores del alma que brotaron bellas Al calor de esos ojos que destellas Iluminando el alma en su mirar. ¡Adios!

7 Entre tanto, está mi pueblo adherido a la rebelión contra ; aunque me llaman a lo Alto, ninguno absolutamente quiere ensalzarme. 8 ¿Cómo tengo de dejarte, oh Efraín? ¿He de entregarte yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, ni ponerte como a Zeboim? Mi corazón se revuelve dentro de , se inflama toda mi compasión.

Por imprevisor, por descuidado que fuese tu padre, por pocos amigos y relaciones que tuviese en el mundo, ¿no tuvo a nadie a quien dejarte confiada sino a D. Acisclo? ¿ misma, habiendo vivido en Madrid hasta la edad de catorce años, no dejaste allí alguna amiga? ¿No dejaste allí a nadie que se interesara por ti? El descuido y la imprevisión de mi padre no podían ser mayores.

Por grande, por fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte comprender esto. Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario había en la casa! Y vivíamos tan ricamente. Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades. Pues yo no quiero consentir lo otro.

¿He dicho acaso que iré a ver a Martín? pregunta Juan entre dientes. Y su pecho se levanta como para librarse del peso formidable que lo oprime. ¿Qué? ¿acaso vas a introducirte furtivamente en la casa de tu padre como un ladrón, sin dejarte ver de nadie? ¡No! Iré a despedirme... pero no de Martín.

Quiero decir... que tengo que dejarte sola algún tiempo, hija mía. ¡Dejarme!... ¡Oh!, de ningún modo. Me voy contigo; eso está decidido. Mira, mi equipaje ya está preparado en ese paquete, y ahora estoy arreglando el tuyo. No te preocupes de nada; déjame disponerlo todo y quedarás satisfecho. Hullin no podía salir de su estupor.

Y haz el favor, para otra vez, de dejarte en la calle tus agonías y no ponérteme delante con esa cara de viernes, pues bastantes espectáculos tristes tenemos en casa».

Palabra del Dia

aprietes

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