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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Sentada al piano, moviendo el arco de su violín, haciendo gemir un oboe o las cuerdas del arpa o el tiple, cantando «bambucos» con su voz delicada y justa, componiendo trozos como el Alba, que es una perla, siempre está en la región superior del arte. No conoce la poesía sencilla e íntima de nuestra naturaleza americana aquel que no ha oído cantar a dúo un «bambuco» colombiano a las Stas. Tanco.
Pasaron la tarde hablando de los países que llevaban visitados, de las gentes de «la carrera» que habían conocido, interrumpiendo estos recuerdos para reír a dúo de los que pasaban por el comedor y comunicarse sus maledicencias.
El pelo es de aquel rubio oscuro con reflejos de caoba que tiene perfumes para la mirada... La Patti acaba de cantar su dúo con Mazzetto; aplaudimos todos, incluso mi vecina, que deja caer su Don Juan. Al inclinarme a tomarlo, al mismo tiempo que ella, rozó casi con mis labios su cabello... Recojo el libro, se lo entrego y obtengo en premio una sonrisa silenciosa.
No, mujer. ¡Dale! Vienen y vienen. ¿Te convences, porfiosa? Es que les gustaste tú. No, tú. El del azafrán viene a casarse contigo. Pues a ti te mira mucho el clérigo mal comparado. ¡Chssss! Callar, que están cerca, alborotadoras de Judas. ¡Callaban! Que callen ellos si les da la gana. Y Amparo y Ana cantaron a dúo: Me gusta el gallo, Me gusta el gallo, Me gusta el gallo Con azafrán...
Lo que estoy es ridículo espetándole á usted un discurso sobre el dúo de una ópera repuso él sonriendo y calmándose repentinamente. Nada de eso; habla usted perfectamente, y sobre todo, el calor con que se expresa prueba que tiene usted un corazón sensible. Lo cual es una desgracia, condesa. No lo crea usted. Aunque se sufra mucho, vale más sentir que no sentir.
Son excepciones de esto, de época anterior, las que se encuentran en algunas comedias de Tirso de Molina, por ejemplo, en la de Escarmientos para el cuerdo, y en algunas de las de Lope de Vega, como en Las bizarras de Belisa. Véase el siguiente diálogo, especie de duo: ADOLFO. De parte de la nobleza Yo... CELIO. Y yo de parte del pueblo... ADOLFO. Vengo á saber de los dos...
Cuando se cansaba de hablar, entonaba alguna canción picaresca con ribetes de obscena, que hacía reír no poco al joven cortesano. La alegría es contagiosa, como la tristeza. La de Celesto consiguió pegársele y llegó pronto a hacerle el dúo, poniendo en inusitado ejercicio las fuerzas de sus desmayados pulmones.
Don Juan pensaba: «Todavía no». Cristeta se decía: «¡Veremos!» Luego hablaron de cómo hizo cada cual el viaje, del tiempo que Cristeta había de estar allí, de cuándo partiría él, hasta que, según costumbre en tales casos, sin saber por dónde, volvieron al eterno dúo en que las promesas de amor se resuelven en suspiros, y se acaban en mimos las frases comenzadas con palabras.
Cuando volvió a abrirlos vio la habitación en la obscuridad, sintió en sus espaldas la blandura del lecho y bajo su nuca un brazo mórbido que le sostenía cariñosamente. Leonora le hablaba al oído con la lentitud del cansancio. Convenidos. Huirían juntos, irían a continuar su dúo de amor donde nadie les conociera, donde la envidia y la vulgaridad no turbasen su dulce existencia.
Bien quisiera, lector, que pensáramos a dúo y que mi conciencia hallase siempre eco en la tuya: si por torpe desespero de lograrlo, por sincero creo merecerlo. No busques en mis cuentos y novelas lección ni enseñanza: quédese el adoctrinar para el docto, como el moralizar para el virtuoso: sólo tienes que agradecerme el empeño que puse en divertir y acortar tus horas de aburrimiento y tristeza.
Palabra del Dia
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