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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Déjenme ustedes ver cómo se arregla eso; porque para ... ¿por qué lo he de negar? la ciencia es lo primero. Lázaro insistía en dejar á sus tres amigos: tan aburrido y melancólico estaba. Espera, hombre le decía Javier deteniéndole aún. Espera á ver lo que hacen estos bárbaros.

Déjenme seguir mi cuento, o historia de las raciones. 1017 La Bruja las recebía, como se ha dicho, a su modo; las cargabamos, y todo se entriega en la mayoría. 1018 Sacan allí en abundancia lo que les toca sacar, y es justo que han de dejar otro tanto de ganancia. 1019 Van luego a la compañía; las recibe el Comendante, el que, de un modo abundante, sacaba cuanto quería.

-Déjenme besar -respondió Sancho-, porque me parece vuesa merced el primer santo a la jineta que he visto en todos los días de mi vida. -No soy santo -respondió el hidalgo-, sino gran pecador; vos , hermano, que debéis de ser bueno, como vuestra simplicidad lo muestra.

Lo pasábamos en una noche muy obscura, cuando de pronto detuviéronse los coches, oímos gritos, sonó un disparo, y algunos hombres de mal aspecto, saltando desde los cercanos matorrales, se arrojaron al camino. Al instante corrimos sable en mano hacia ellos...; pero basta ya, y déjenme dormir, pues ni con tenazas me han de sacar una palabra más. FIN DE «BAIL

Se conoce, señor Bartolomé, que vuestra merced ha manejado muy aprisa los pinceles. Los habré manejado tan aprisa como plazca á vuestras reverencias, pero déjenme con mil santos colocar la pintura, y diciendo y haciendo, la ASUNCION principió á subir.

¡Mi hijo! ¡mi hijo! ¡Alfonso! Alfonso corrió a su encuentro, deteniéndola al ver que se dirigía al pozo. Mamá no pensaba en nada concreto; pero al ver el gesto horrorizado de su hermano, recordó entonces mi exclamación de una hora antes, y lanzó un espantoso alarido. ¡Ay! ¡Mi hijo! ¡Se ha matado! ¡Déjame, déjenme! ¡Mi hijo, Alfonso! ¡Me lo has muerto! Se llevaron a mamá sin sentido.

¡Déjenme ustedes! exclamaba Tristán . ¿No ven ustedes que me ha abofeteado? Nanín guardaba silencio. Al fin volvió de nuevo la espalda y con tranquilo paso se dirigió a la escalera para subir al palco. Tristán, sujeto por las manos de los dependientes, le gritó: ¡Pronto tendrá usted noticias mías! El marquesito siguió caminando con desdeñosa indiferencia. Tristán corrió al café.

¡A ver!... Déjenme sentar a también les dijo Melchor, quiero verles las caras. La pareja unida se corrió hacia un lado, dejando sitio junto al paisano; pero Melchor le dijo a éste, metiendo el cabo de su rebenque entre él y su compañera: No, yo en el medio.

Pero en cuanto me faltes al respeto... Y harás bien asintió mamá. ¡Yo no quiero que me toque! repetí enfurruñado y rojo. ¡El no es papá! Pero a falta de tu pobre padre, es tu tío. ¡En fin, déjenme tranquila! concluyó apartándonos. Solos en el patio, María y yo nos miramos con altivo fuego en los ojos. ¡Nadie me va a pegar a ! asenté. ¡No... ni a tampoco! apoyó ella, por la cuenta que le iba.

Mi primera intención, cuando vi que se trataba de trasbordar, fue correr al lado de las dos personas que allí me interesaban: el señorito Malespina y Marcial, ambos heridos, aunque el segundo no lo estaba de gravedad. Encontré al oficial de artillería en bastante mal estado, y decía a los que le rodeaban: «No me muevan; déjenme morir aquí».

Palabra del Dia

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