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Debajo, un crepúsculo constante, la falda eterna del sol. ¡Ay de los infelices que allí viven! ¡¡Pero se va más ligero!! Ninguna policía europea permitiría el embarco de los pasajeros en el tren elevado de la manera que se hace; pero aquí cada uno se cuida a mismo, y si hay alguna desgracia, las compañías pagan. Transporte democrático, símbolo perfecto de la igualdad, convencido.

»Leí en voz alta; y Teobaldo, que atendía, entretanto, al original, no pudo detener más de una vez sus exclamaciones, que mi tío tomaba por muestras de aprobación. Por mi parte, viéndome salvada, y no explicándome este suceso sino por un milagro que mi razón no acertaba a comprender, me preguntaba interiormente: »¿Qué ser caritativo, qué hada ha venido en mi auxilio y cuida de de esta manera

A los veinticinco años se viste la primera imagen y se entra en el gremio de las solteronas, por muy joven y muy linda que una se crea. Pero la belleza y la juventud son cosas fútiles. En vez de enorgullecerte por tus cualidades físicas, cuida tu belleza moral, hija mía. ¿A los veinticinco años?... bromeas, abuela.

La excelente madre de familia que ha cifrado sus esperanzas todas en esta querida hija, no cesa, durante el camino, de inculcarle sabias máximas de moderación y moral. Marcha siempre derecha por el camino de la vida, hija mía le dice, ¡cuidado con tropezar! Mas si el implacable destino te tiene deparada esa desgracia, ¡cuida mucho de caer sobre un lecho de rosas!

Alcalá Galiano revistó la tripulación al mediodía, examinó las baterías, y nos echó una arenga en que dijo, señalando la bandera: «Señores: estén ustedes todos en la inteligencia de que esa bandera está clavada». Ya sabíamos qué clase de hombre nos mandaba; y así, no nos asombró aquel lenguaje. Después le dijo al guardia marina D. Alonso Butrón, encargado de ella: «Cuida de defenderla.

Entre una y otra poblacion no hay mas que el desierto. Allí no existen la vida campestre, ni el paisaje sencillo y gracioso de la casa rústica, ni el campesino, en la estricta acepcion de la palabra. No hay mas que ciudades, villas y campos abandonados. ¿Quién cultiva, pues? ¿quién cuida de esas interminables plantaciones de cereales y esos olivares y viñedos? La naturaleza.

No has visto otra. ¡Mia que traerme aquí y cuidarme como me cuida!, ¡re...! No cómo hablar... ¡Mia que esto que hace conmigo!... Es prima hermana del Nazareno; no hay quien me lo quite de la cabeza... Figúrate lo que suponemos nosotras al compás de ella... ¡nosotras que hemos sido unos peines...! Es que ni arrepentidas valemos para descalzarle el zapato.

No creyendo aún bastante este paso previo a toda otra medida, Facundo hace traer a un viejecito cojo, a quien se acusa o no se acusa de haber servido de baqueano a algunos prófugos, y lo hace fusilar en el acto, sin confesión, sin permitirle decir ni una palabra, porque el Enviado de Dios no se cuida siempre de que sus víctimas se confiesen.

Por eso, aunque usté no me conosía, yo estaba allí, viéndole pasar, sin pedirle ni un pitiyo, pa que nadie le tocase ni una uña, pa cuidá de que algún sinvergüensa no se aprovechase saliéndole al camino y disiendo que él era el Plumitas, pues cosas más raras se han visto...

Nada, sólo pedía que le dejasen en la estación. Salía un tren a las siete y sólo faltaba una hora. Acataron su voluntad aunque de mala gana. Os suplico que os volváis a vuestras casas y me dejéis ya les dijo cuando hubieron llegado. Y llamando aparte a Tristán: Cuida mucho de Clara. Conozco su corazón y que este golpe puede hacerle mucho daño. Os espero dentro de cuatro o cinco días.