Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 16 de junio de 2025


En eso opino como la señora, dijo su vecina, ¿para qué darles zapatos si han nacido sin ellos? ¿Y para qué camisa? ¿Y para qué pantalones? ¡Figúrese usted lo que ganariamos con un ejército en cueros! concluyó el que defendía á los soldados. En otro grupo la discusion era más acalorada. Ben Zayb hablaba y peroraba, el P. Camorra como siempre le interrumpía á cada instante.

Cuanto al vestir, los hombres se ciñen por la cintura una faja de que cuelgan muchas plumas pendientes alrededor y en el resto desnudos: otros se ponen sobre todo eso una corona de plumas en la cabeza; y algunas naciones traen una como capa larga de cueros de venado, que llaman Queyapi, para defenderse de las inclemencias, y desde el cuello hasta abajo cuelgan una cinta emplumada sobre dicha capa.

Sale lo primero por el patio, sin haber cantado, el paladión con 4.000 griegos por lo menos, armados de punta en blanco dentro de él.» «¿Cómo, le replicó un caballero soldado de aquéllos que estaban en cueros, que parece que le habían de echar á andar en la comedia, puede toda ese máquina entrar por ningún patio ni coliseo de cuantos hay en España, ni por el del Buen Retiro, afrenta de los romanos anfiteatros, ni por una plaza de toros?» «Muy buen remedio, respondió el poeta: derribárase el corral, y dos calles junto á él, para que quepa esta tramoya, que es la más portentosa y nueva que los teatros han visto, que no siempre sucede hacerse una comedia como ésta; y será tanta la ganancia, que podrá muy bien á sus ancas sufrir todo este gasto.

Y haciendo un gesto de menosprecio con los labios, añadió: No es como en Francia, donde todas las clases están espantosamente mezcladas. Tiene usted razón, querido amigo aprobó Martholl; esto ha concluido; nunca más nos veremos entre nosotros. Lo que se llama el gran mundo, actualmente, es una aglomeración singular de «rasta cueros» y de advenedizos.

¿Qué sangre ni qué fuente dices, enemigo de Dios y de sus santos? -dijo el ventero-. ¿No vees, ladrón, que la sangre y la fuente no es otra cosa que estos cueros que aquí están horadados y el vino tinto que nada en este aposento, que nadando vea yo el alma en los infiernos de quien los horadó? -No nada -respondió Sancho-; sólo que vendré a ser tan desdichado que, por no hallar esta cabeza, se me ha de deshacer mi condado como la sal en el agua.

El ventero, a quien no se le pasó por alto la dádiva y recompensa que el cura había hecho al barbero, pidió el escote de don Quijote, con el menoscabo de sus cueros y falta de vino, jurando que no saldría de la venta Rocinante, ni el jumento de Sancho, sin que se le pagase primero hasta el último ardite.

Estas y otras razones tales decía la ventera con grande enojo, y ayudábala su buena criada Maritornes. La hija callaba, y de cuando en cuando se sonreía. El cura lo sosegó todo, prometiendo de satisfacerles su pérdida lo mejor que pudiese, así de los cueros como del vino, y principalmente del menoscabo de la cola, de quien tanta cuenta hacían. Dorotea consoló a Sancho Panza diciéndole que cada y cuando que pareciese haber sido verdad que su amo hubiese descabezado al gigante, le prometía, en viéndose pacífica en su reino, de darle el mejor condado que en él hubiese. Consolóse con esto Sancho, y aseguró a la princesa que tuviese por cierto que él había visto la cabeza del gigante, y que, por más señas, tenía una barba que le llegaba a la cintura; y que si no parecía, era porque todo cuanto en aquella casa pasaba era por vía de encantamento, como él lo había probado otra vez que había posado en ella. Dorotea dijo que así lo creía, y que no tuviese pena, que todo se haría bien y sucedería a pedir de boca. Sosegados todos, el cura quiso acabar de leer la novela, porque vio que faltaba poco. Cardenio, Dorotea y todos los demás le rogaron la acabase.

No tenía ni un botón, y me dejó en el apuro, sin querer decirme dónde guarda su tesoro. Y eso que anduvo el palo; porque a las hembras, el pan en una mano y la vara en otra... ¡Si las conoceré yo, que he tenido cinco!... De jóvenes, unos pericos verbeneros, sin otro afán que dar gusto al cuerpo y faltarle a uno; de viejas, borrachas y agarradas al perro chico, aunque su hombre vaya en cueros.

¿Quién ha de ser, pesia , sino vuestro Tristán el ladrón, Tristán el bandido, que no contento con haberme dejado casi en cueros vivos, volvió para llevárseme el sayal, como si un cristiano pudiera andar por el camino público con este camisín. ¡Me ha robado mi hábito, mi hábito! Perdonad, buen hombre, el hábito era suyo.... Corriente, pues que se lo lleve todo.

Y había dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino; lo cual visto por el ventero, tomó tanto enojo que arremetió con don Quijote, y a puño cerrado le comenzó a dar tantos golpes que si Cardenio y el cura no se le quitaran, él acabara la guerra del gigante; y, con todo aquello, no despertaba el pobre caballero, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fría del pozo y se le echó por todo el cuerpo de golpe, con lo cual despertó don Quijote; mas no con tanto acuerdo que echase de ver de la manera que estaba.

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando