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Al practicar esta operacion aparecieron los chapiteles de un grande edificio soterrado, y el rey, que era hombre entendido y emprendedor, mandó que inmediatamente se desmontára todo el terreno que le cubria.

No había alumbrado; pero el reflejo de la nieve que cubría las calles hacía la noche muy clara, aunque el cielo estaba muy oscuro. Salía yo de una de esas casas... Pero antes de que os diga la casa de donde salía, debo deciros quién soy yo. Soy un hombre ni feo ni hermoso, que acabo de cumplir treinta y seis años, y que en la época en que pongo la fecha de mis memorias tenía veinticuatro.

Turbada y confusa, Nina se escondió en un portal, para ver sin ser vista. ¡Qué desmejorada encontró a Doña Francisca! Llevaba un vestido nuevo; pero de tan nefanda hechura, como cortado y cosido de prisa, que parecía la pobre señora vestida de limosna. Cubría su cabeza con un manto, y Obdulia ostentaba un sombrerote con disformes ringorrangos y plumas.

Entró luego tras él, encima de un jumento, una mujer a la morisca vestida, cubierto el rostro con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una almalafa, que desde los hombros a los pies la cubría. Era el hombre de robusto y agraciado talle, de edad de poco más de cuarenta años, algo moreno de rostro, largo de bigotes y la barba muy bien puesta.

Veinte minutos después se presentó de nuevo con un paquete entre las manos. Aquí tienes las cartas dijo con aparente tranquilidad. Su voz estaba alterada. Una palidez densa cubría su semblante. Clementina le dirigió una penetrante mirada de curiosidad donde se pintaba asimismo la inquietud. Pero dominándose le dijo con naturalidad: Muchas gracias, Mundo.

»Carlos estaba a mis pies, y cubría mis manos con sus besos... En mi turbación, en la enajenación de mis sentidos, percibí el ruido que hacía una puerta al abrirse. Un momento después, el conde de Pópoli estaba detrás de nosotros, nos miraba. Si hubiesen ustedes conocido lo violento de su carácter, comprenderían el furor que se apoderó de él.

Un sombrero de palma cubría su cabeza hasta cuando trabajaba en sus cacerolas. El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase á él.

Señor alcalde gritó una mujer amortajada entre una saya de estameña negra que le cubría el busto, y otra de bayeta amarilla ceñida á la cintura, yo quisiera que.... Usté se calla la boca mientras que yo no la pregunte, porque aquí no tienen voz las mujeres. Es que, canijo, yo tamién soy hija de Dios; y si se me murió el marido no fué por culpa mía. ¿Y qué se le ofrece á usté?

Debajo de un pañuelo de seda negro que cubría su cabeza, atado a la barba, asomaban trenzas fuertes de un gris sucio y lustroso; la frente era estrecha y huesuda, pálida, como todo el rostro; los ojos de un azul muy claro, no tenían más expresión que la semejanza de un contacto frío, eran ojos mudos; por ellos nadie sabría nada de aquella mujer.

Esta, medio atraída y medio alarmada por la brillante iluminación y la numerosa sociedad, fruncía el ceño y se cubría la cara a su alrededor, hasta que el fruncimiento de cejas, contraídas por un contacto o una palabra de cariño, le hiciera ocultar su rostro con nueva resolución. ¿Qué criatura es ésa? dijeron varias damas a la vez, entre otras Nancy Lammeter, que se dirigía a Godfrey.