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Actualizado: 25 de julio de 2025


Si Clotilde respiraba fuerte o se movía, haciendo crujir levemente sus ropas, Julia, alzando súbito la cabeza, quedábase mirándola, con las pupilas incendiadas por un relampaguear indefinible y extraño, tan extraño, que nadie hubiese podido decir si era expresión de odio o muestra de terror.

A lo lejos, en el estrecho, rugía la tempestad, la tempestad; la llama de la hoguera inclinábase a uno y otro lado con las rachas de viento, y oía danzar a nuestra barca junto a las rocas, haciendo crujir las amarras. Una vieja embarcación de la Aduana, semicubierta, era la Emilia, de Porto-Vecchio, a bordo de la cual hice aquel viaje lúgubre a las islas Lavezzi.

Pero antes no estará de más correr este cerrojo, que estamos en casa extraña. Acuéstate y duerme. Con esto se tendió el arquero en su jergón y á los dos minutos dormía profundamente. Imitóle Roger, pensó que serían ya cerca de las tres de la mañana y dormitando se hallaba cuando le pareció que alguien empujaba y hacía crujir la puerta del cuarto, procurando en vano abrirla.

De repente, sonaron hacia el fondo del teatro pasos importunos, que hacían crujir las tablas del escenario; furioso Butrón volvióse agitando las manos extendidas e interpelando en colérico sotto voce al imprudente, como al bueno de Kent el rey Lear: ¡Despacio, demonio, despacio!...

28 Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el Reino de Dios, y vosotros ser echados fuera. 30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y hay primeros que serán postreros. 31 Aquel mismo día llegaron unos de los fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.

El padre Ambrosio estaba sentado en un sillón delante de la reja cabizbajo y profundamente pensativo. Yo, detrás de él a poca distancia, escuchaba con toda el alma en los oídos. Oyose abrir una puerta, y luego un paso reposado de mujer, el crujir de un vestido, y luego el gruñido cariñoso e impaciente de un perro. ¡Ah! ¿Es usted? dijo Amparo.

Y se oyó el ruido discreto de un balcón que se cierra con miedo de turbar el silencio de la noche. Pisando quedo, entró don Fermín en su alcoba. Detrás del tabique oyó el crujir de las hojas de maíz del jergón en que dormía Teresa, y después un suspiro estrepitoso. El Magistral encogió los hombros y se sentó en el lecho.

Una tarde de Diciembre, Lafontaine y su esposa paseaban por el bosque, y la color gris del cielo nuboso y el crujir de las hojas caídas y el silencio de las fuentes heladas debían tener para ellos elocuencia muy triste. De pronto, un árbol se desplomó sobre la anciana, aplastándola. Lafontaine lanzó un grito, su mejor grito tal vez, y perdió el conocimiento. Su corazón estalló.

No se oía sino el rabioso crujir de las mandíbulas tiburonianas de mi tía Medea, que con cierta complacencia maléfica, aunque llena de voluptuosidad, imaginaba aplastar el cráneo de alguna de sus rivales en el inocente coscorrón de pan que roían sus molares y el tímido y casi silencioso masticar de los que temíamos herir los oídos susceptibles de la señora.

Entonces mi alma estasiada Se desprende de este suelo, Y se remonta hasta el cielo A contemplar la creacion; Y desplegando sus alas Como el águila altanera, Vuela de esfera en esfera En rápida sucesion. Si por acaso una voz Dulce, tierna y melodiosa, Una cancion armoniosa A lo lejos hace oir, La música me figuro De la danza de las horas, Que con sus plantas sonoras Hacen el aire crujir.

Palabra del Dia

malignas

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