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Actualizado: 25 de julio de 2025


Y será peor si no os confiáis completamente á . Pero don Francisco... ¡Se conspira! ¿Que se conspira? Y vuestro sobrino es uno de los primeros conspiradores. Mi sobrino... ¡Escondéos! ¡Cómo! Quevedo empujó á Montiño detrás de la puerta. Había oído en las escaleras unos pasos de mujer y el crujir de una falta de seda; poco después la condesa de Lemos atravesó la portería.

¡Y allí fué el temblar de la voz y el crujir de los dientes!... Porque temieron por sus casas, por sus campos, por sus fábricas, por sus tesoros; es decir, su Dios, su patria, su alma. ¡Pero es preciso defenderse! exclamaron, resueltos a hacer una hombrada. Y ¡poder del egoísmo! Aun en aquella triste situación, pensaron, ante todo, en sacar la sardina con la mano del gato.

Descansaban de crujir y dilatarse con el peso de sus señores; se emancipaban durante media noche de la gravitante servidumbre; llegaba para ellos la hora de la libertad; pero semejantes a los hombres que al creerse salvados por una revolución no hacen más que parodiar a sus antiguos opresores, los sillones repetían en su descanso los actos y gestos de sus dueños.

La condesa se destrenzó los cabellos, se abrió el justillo, llegó á la luz, la apagó, y luego oyó Quevedo como el crujir de un sillón al sentarse una persona. Quevedo cerró su linterna y dijo al bufón: Abrid y hasta otro día. Pero, hermano don Francisco, ¿os vais á encerrar sin escape en la cueva del león? La condesa de Lemos cuidará de darme salida. Dios quede con vos, hermano.

577 Llora la pobre afligida, pero el indio, en su rigor, le arrebató con juror al hijo de entre sus brazos, y del primer rebencazo la hizo crujir de dolor. 578 Que aquel salvaje tan cruel azotándola seguía; más y más se enfurecía cuanto mas la castigaba y la infeliz se atajaba los golpes como podía.

Las montañas mostraban á lo lejos sus faldas de terciopelo verde. Por último abrió el álbum, y tomando el lápiz se puso á dibujar el tronco añoso y retorcido de un árbol cercano. Embebecida en su trabajo no escuchaba el crujir de la hierba que no muy lejos de allí estaban segando.

Tras la mampara de la cámara, a espaldas mismas del rey, sentíase el crujir de algunos trajes de seda; díjose después que desde allí había presenciado la reina la ceremonia.

11 Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Y a él se le cerró la boca. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atado de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Siempre había en las cuadras caballos o mulas forasteras, masticando abundante pienso, y en los anchos salones se oía crujir incesante de botas altas, pisadas de fuertes zapatos, cuando no pateo de zuecos.

El señor de Bevallan, que no se desconcierta fácilmente, desapareció en el monte vecino, donde durante un momento oímos crujir el ramaje; á poco rato volvió armado de un largo vástago de avellano y púsose á despojarle de sus hojas. ¿Por ventura piensa usted alcanzar hasta la otra orilla con ese palo? preguntó la señorita Margarita, cuya alegría comenzaba á despertarse visiblemente.

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