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Llenose el aire de deseos torpes, de citas culpables, de hedor de riqueza mal ganada, de gemidos de tristes faltos de consuelo, de llanto de pobres olvidados. Viento de pavor heló los corazones. Allí fue el rechinar de dientes y el crujir de huesos de que habla la Escritura.

Sus labios murmuraban el consuetudinario rezo nocturno: «Un Padrenuestro por el alma de mamá...». Oyéronse en el corredor pisadas recias, crujir de botas flamantes, y la puerta se abrió. Tomo II

Se sintió arriba crujir el tillado, y un pasito rápido y breve se oyó en la escalera. Salvador le dijo a la niña con acento de súplica y de mando: Te libertaré; vendré por ti muy pronto; espérame y ten ánimos.... Le estrechó las manos con afán, y ella callada y distraída, le presentó la frente.

Entraba en la taberna gozándose en atemorizar a los criados con sus amistosos saludos: terribles apretones que hacían crujir los huesos y arrancaban gritos de dolor. Sonreía satisfecho de su fuerza y de que le llamasen «bruto», y se sentaba ante la pitanza, un plato del tamaño de una palangana lleno de carne y patatas, a más de un jarro de vino.

Hubo crujir de sedas manoseadas, rumor de varillajes de abanicos, chasquidos de besos, sonoridades de monedas de oro caídas sobre mármol, y luego grandes carcajadas, como si alguien diabólicamente se mofara de la hermosura, el lujo y el amor.

Acomodóse en un sillón, y mientras la tía Eugenia hacía crujir la pluma con su mano seca y nerviosa, empezó a coordinar el exordio del discurso que pensaba dirigirla. Aquélla dió a los pocos minutos un gran plumazo estridente que debió corresponder a su rúbrica, y arrancándose vivamente las gafas, dijo: Ya soy tuya, Pepe.

Adelantó los pies, luego las manos, hacia la hoguera; sacudió las enaguas, con objeto de enjugarlas por igual, y finalmente, sentose en el suelo a la turca para mejor gozar del fuego, que contempló fija y absorta, oyéndole crujir y viendo los troncos pasar de color de brasa al negro. ¿Don Ignacio? dijo de pronto ¿Lucía? ¿A que no sabe usted lo que estoy pensando? Usted dirá.

La noble pareja manifestó su admiración ante aquel prodigio de fuerza, mientras Tristán se limpiaba el barro de las manos, sin dejar de sonreirse bonachonamente. Esos brazos suyos me han rodeado una vez las costillas, dijo Simón, y todavía me parece oirlas crujir.

Poco después de amanecer, cuando sus habitantes saboreaban los postres del sueño, oyendo adormecidos el rodar de los primeros carruajes y el campaneo de las primeras misas, sonaban rudos portazos y unos pasos de hierro hacían crujir la escalera. Era el Tritón, que se echaba á la calle incapaz de permanecer entre cuatro paredes así que apuntaba la luz.

Lo que le había desvelado era el misterio del silencio, más amenazador e inquietante que las vociferaciones de la hostilidad. Avanzando la cabeza, creyó percibir entre los rumores confusos y fundidos de la respiración nocturna un roce, un leve crujir de madera, algo semejante al ligero peso de un gato trepando de peldaño en peldaño por la escala de la torre, con largas pausas de inmovilidad.