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Entonces sentí una mano fría como el mármol que se encontró con la mía; un sudor yerto me cubrió; sentí el crujir de la ropa de un fantasma bullicioso que ligeramente se movía a mi lado, y una voz semejante a un leve soplo me dijo con acentos que no tienen entre los hombres signos representativos: Abre los ojos, Bachiller; si te inspiro confianza, sígueme.

Y se puso a crujir los dientes y a rodar los ojos que daba espanto verle; pero no llegó a agredir a su amigo. Haciendo un esfuerzo supremo por contenerse, desahogó su furor arrojando contra el suelo el sombrero, de tal modo que lo destrozó. Castro quedó aturdido, hecho una estatua.

De ciertos prójimos que andan rondando desde el obscurecer por las galerías bajas del patio: yo no por qué en siendo de noche dejan pasar gentes por el patio de palacio como si fuera una calle; pero voy á cerrar la ventana, y luego á traer luz. Oyóse, en efecto, el leve crujir de una ventana que se cerraba, y luego los pasos de un hombre que poco después volvió con un velón encendido.

Desde lo alto de los retablos churriguerescos, las estatuas de talla, troncos convertidos en santos por el arte, parecían mirar con lástima a la gente arrodillada, cuya apretada masa promovía ruidos en que se mezclaban el caer de las sillas, el crujir de las sedas, la plegaria de unos y el refunfuño de otros. Ya se había rezado el Rosario.

Allí permanecía observando con sereno semblante á los que entraban y salían, en medio del rumor causado por la discusión de los negocios, la charla de la oficina, el crujir de los papeles, etc., todo lo cual parecía no influir en manera alguna en sus sentidos, ni mucho menos penetrar, perturbándola, en la esfera de sus contemplaciones.

Oyose un rumor de chapines y un crujir de sedas en la galería, y Beatriz apareció vestida de negro y olorosa como un sahumador encendido. Mientras Ramiro se inclinaba con donaire, la doncella dejó caer su manto hacia atrás. Doña Alvarez, que la acompañaba, quedose en la estancia vecina. ¡Solos! se dijo el mancebo. Uno y otro temblaban.

No pensemos en ella hasta la noche. Y nos separamos. Caminaba con soltura haciendo crujir su calzado finísimo, buscando con cuidado los sitios más secos del suelo para no ensuciarse de barro y balanceando su paquete de libros al extremo de una estrecha correa con hebillas como una brida inglesa.

12 mas los hijos del Reino serán echados en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creiste te sea hecho. Y su criado fue sano en la misma hora. 14 Y vino Jesús a casa de Pedro, y vio a su suegra echada en cama, y con fiebre. 15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.

Quería esconderse, esperarla, escuchar cómo se acercaba desde lejos el coche que la traía, oír el ruido de sus pasos, el crujir de su falda en las salas contiguas, y verla entrar por fin, como presa ofrecida al apetito brutal de sus sentidos. De pronto alzó los ojos, y en la luna del espejo vio reproducida su figura sombría y triste como una nota discordante con cuanto le rodeaba.

Se encontró el joven en otra galería menos alumbrada; por último, la dama tomó por una escalera obscura. El joven la siguió á tientas; nada veía: sólo percibía el ardiente hálito de la dama, el crujir de su traje de seda, la fuerte huella de su paso. Al fin de la escalera sintió abrir una puerta, y la voz de la dama que le dijo: Salid: id con Dios.