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Actualizado: 13 de junio de 2025


Se suponía que de magia natural, astrología y alquimia sabía cuanto podía saberse en su tiempo, y que él además, a fuerza de estudios, meditaciones y experiencias, había descubierto grandes misterios y secretas propiedades y leyes de las cosas creadas, de lo cual revelaba algo a sus contemporáneos y ocultaba mucho, por considerar que el humano linaje no alcanzaba aún la madurez y la capacidad, convenientes para que pudiera confiársele sin profanación o sin gravísimo peligro la llave de aquellos temerosos arcanos, de los que sin embargo, se valía él para aliviar muchos males, corregir muchos vicios y mejorar la condición y la suerte de sus semejantes, los demás hombres.

En cambio, las manos de esta Pepita, que parecen casi diáfanas como el alabastro, si bien con leves tintas rosadas, donde cree uno ver circular la sangre pura y sutil, que da a sus venas un ligero viso azul; estas manos, digo, de dedos afilados y de sin par corrección de dibujo, parecen el símbolo del imperio mágico, del dominio misterioso que tiene y ejerce el espíritu humano, sin fuerza material, sobre todas las cosas visibles que han sido inmediatamente creadas por Dios y que por medio del hombre Dios completa y mejora.

Pero la reflexión acude luego. Me paro a reflexionar y voy limitando mi creencia en el progreso, y cercenando tanto de ella, que no puedo menos de dejarla muy reducida. En la totalidad de los seres, en el conjunto de las cosas creadas, empiezo yo por decirme, no cabe progreso alguno. Las incomprensibles y elevadas obras de Dios están hoy tan perfectas como en el primer día.

Al fin el poeta comprendió, cosa verdaderamente maravillosa, porque los poetas, que todo lo comprenden, que saben por qué vuela tan alto el cóndor, ascienden a los cielos y bajan a los abismos y penetran el sentido íntimo de todas las cosas creadas, no son capaces de entender que sus obras a veces no gustan a los que las escuchan.

Yo no me voy repitió. Y Celipín hablaba, hablaba, cual si ya, subiendo milagrosamente hasta el pináculo de su carrera, perteneciese a todas las Academias creadas y por crear. ¿Entonces vuelves a casa? preguntole al ver que su elocuencia era tan inútil como la de aquellos centros oficiales del saber. No. ¿Vas a la casa de Aldeacorba? Tampoco. Entonces ¿te vas al pueblo de la señorita Florentina?

Pronto se cansó de este trabajo, y, desanimado, comprendió que su buena voluntad nada podía contra las exigencias creadas por las necesidades del mundo en que vivía, por su educación y por sus gustos. ¿Qué sucedería si no tenía en cuenta los apetitos que sentía? ¿Tendría espíritu de sacrificios?

Una platería de un chueta le retuvo largo tiempo. Admiraba las cadenas de oro hueco fabricadas para las payesas, los botones de filigrana con una piedra en el centro, reputando en su interior todos estos objetos como las obras más perfectas y maravillosas creadas por el arte de los hombres. ¡Si entrase en la tienda para comprar una docena de aquellos botones!... ¡Qué sorpresa la de la atlota de Can Mallorquí cuando él se los ofreciese para adornar sus mangas!... Seguramente que los aceptaría de él, un señor grave al que miraba con respeto filial. ¡Enojoso respeto! ¡Maldita gravedad la cuya, que le estorbaba como un fardo abrumador!... Pero el heredero de los Febrer, el descendiente de opulentos mercaderes y heroicos navegantes, tuvo que desistir pensando en el dinero que guardaba en su faja.

Hoy sabemos cual es la cosa que, por comparación, da su nombre á determinadas medidas; pero si llegara á perderse el significado primitivo, supondriamos que, palmo, pié, pulgada, eran palabras creadas de primera, intención para significar determinadas longitudes.

Divagando de esta suerte, admitiendo como buenos los torpes antojos del despecho, la piedad iba quedando en el alma de Lázaro completamente borrada por la incontrastable fuerza de los celos, hasta el punto de que el miedo de hacer público el suceso, el temor al escándalo, y aun la idea horrible de ver la hija deshonrada a los ojos de su propia madre, llegaron a ser en aquel hombre rémoras creadas por la malicia para eludir el cumplimiento del deber.

Bullen átomos de luz, como estos que ahora nos rodean, y en las puntas de nuestros cabellos palpita con galvánica fuerza, embriagadora sensibilidad. ¿No percibe usted estas ondas que vienen del cielo, no siente usted cómo se abre la tierra y despide cien mil vidas nuevas, creadas en esta corola donde estamos, y en cuyos bordes nos movemos a impulso de la suave y embalsamada brisa?

Palabra del Dia

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