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Actualizado: 21 de junio de 2025


No crea usted que a se me importaba nada... Solamente que mi padre me decía: «¿Cómo no viene D. Andrés ahora?» y todos los de casa lo mismo. ¡Como si yo tuviese obligación de saber porqué viene usted o deja de venir! Pues bien sencillo es saber por qué vengo... No se dio por entendida, y siguió mirando fijamente al suelo.

Pero si fuere una enfermedad del alma la que tengo, entonces me pondré en manos del único Médico del alma; él puede curar ó puede matar según juzgue más conveniente. Haga conmigo en su justicia y sabiduría lo que crea bueno. Pero ¿quién eres , que te mezclas en este asunto? ¿, que te atreves á interponerte entre el paciente y su Dios? Y con ademán furioso salió á toda prisa de la habitación.

El calentamiento del Ecuador y el enfriamiento del polo, alternando la densidad y sutileza de los vapores, le hacen viajar en forma de corrientes y contracorrientes horizontales, que se cambian. Bajo la Línea, el calor que aligera los vapores y los hace subir, crea corrientes de abajo arriba. He aquí, pues, otras pulsaciones marítimas y aéreas independientemente del pulso de la marea.

En París se confeccionan los mejores guisos y se hacen los más graciosos vestidos y sombreros para mujeres; es menester, por consiguiente, que también se crea y se divulgue que en París se entiende mejor el amor y se le condimenta con aliños más picantes y especierías más ricas y exóticas.

La joven replicó con dureza: ¿No es usted capaz de distinguir la verdad de la mentira? ¡No siempre! ¡Cuando otros trabajan por ocultarla!... Bueno: si usted quiere que yo crea lo que me dice, lo creeré. Pero más difícil me es comprender el tono de vanagloria con que se acusa usted a misma.

¡Pues qué! ¿había yo de sacrificarme hasta el punto de deshonrarme ante mis propios ojos?... no... que el mundo me crea deshonrada, me importa poco: ya lo estoy bastante sólo con estar casada con el conde de Lemos; un marido que de tal modo calumnia, solo merece el desprecio. ¡Cómo se conoce, doña Catalina, que sólo tenéis veinticuatro años y que no habéis sufrido contrariedades!

Lo malo es que esta fuerza no se ejerce fuera de Fausto mismo. En él, crea de un modo ideal cuanto quiere: fuera no puede nada. Pero de esas cosas ideales, que Fausto crea en , concibe y apetece, el diablo sólo las mínimas y de menos valía puede realizar en el mundo exterior: otras, ni siquiera las entiende.

Y reía mirando a la inocente doña Pepa, que allá en el otro banco explicaba por centésima, vez a la italiana, los portentosos milagros del patrón de Alcira, con el anhelo de que la extranjera pusiera su fe en el santo, dando de lado a todos los bienaventurados de su país. No crea usted continuó la artista que yo le he olvidado en este tiempo. Soy su amiga y lo de usted me interesa.

La hubiera cogido por aquellos pelos tan abundantes, para restregarle el hocico contra el suelo. «¿No podrías hacer un esfuerzo...?» indicó, sacando valor de lo intimo de su pecho. ¡Qué más quisiera yo!... Me da tristeza de no poder socorrer a usted. Crea que lo siento muy de veras. Yo haría cualquier cosa en obsequio de usted y de D. Francisco...

Es un ser distinto a la mujer europea; lo reúnen todo: el aire elegante y distinguido de la francesa, el cuerpo modelado a la griega de la hija de Nueva York o de Viena, la gracia española, el vigor de alma italiano, las líneas correctas de una fisonomía inglesa... ¡Pero tienen la indecible movilidad de espíritu que les es propia, esa música en la voz que embriaga, los acentos profundos inspirados por la pasión, y cuando aman, se dan, se dan con el olvido del pasado, con la non curanza suprema del porvenir, absorbidas, confundidas en el amor soberbio que las exalta! ¡Qué agitación misteriosa, intensa, debo hacer latir como una ola el corazón del alemán que se siente entrelazado por dos brazos que hablan en su presión suave, en su contacto tibio y estremecido! ¡Todo lo que ha soñado bajo la influencia de un lieder de Heine, cuando ha podido vislumbrar en el mundo delicioso que crea la imaginación, bañada el alma de una melodía de Mendelssohn lo ve palpitante ante sus ojos, irradiando la santa voluptuosidad que atrae los cuerpos en la tierra, bajo la ley constante del amor!...

Palabra del Dia

rigoleto

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