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Actualizado: 8 de junio de 2025
Proseguí, diciendo: "Item, por estorbar los grandes hurtos, mandamos que no se pasen coplas de Aragón a Castilla, ni de Italia a España, so pena de andar bien vestido el poeta que tal hiciese; y si reincide, de andar limpio una hora."
Y porque aquél está pobre y necesitado, mandamos quemar las coplas de los poetas, como franjas viejas, para sacar el oro, plata y perlas, pues en los más versos hacen sus damas de todos metales." Aquí no lo pudo sufrir el sacristán, y levantándose en pie, dijo: "¡Mas no, sino quitarnos las haciendas!
389 Ruempo, dijo, la guitarra, pa no volverme a tentar; ninguno la ha de tocar, por siguro tengaló; pues naides ha de cantar cuando este gaucho cantó. 390 Y daré fin a mis coplas con aire de relación; nunca falta un preguntón más curioso que mujer, y tal vez quiera saber como jué la conclusión.
En las presentes coplas se trata como una hermosa doncella, andando perdida por una montaña, encontró un pastor, el cual vista su gentileza se enamoró de ella, y con sus pastoriles razones la requirió de amores, á cuya recuesta ella no quiso consentir, y después viene un salvaje á ellos, y todos tres se conciertan de ir á una ermita que allí cerca estaba á hacer oración á Nuestra Señora.
Dentro de esta nube bajó uno vestido de ángel cantando maravillosamente, y subiendo y bajando diversas veces, dejábase caer por todas partes muchas letrillas y coplas escritas, unas en papel colorado, otras en amarillo, y otras en papel azul, con tintas diferentes, todas al propósito de la solemnidad y fiesta que allí se hacía.
Su insensatez incoherente no se presta á clara interpretación. Convertido en músico, su diablo lacayo va con Fausto á dar serenata á Margarita; y Fausto tiene la impiedad y la poquísima vergüenza de que su diablo lacayo insulte con indecentísimas coplas á la pobre muchacha por la falta que ha cometido en amarle y en consentir en ser suya. Ahora viene lo mejor.
Viva el gran conde de Lemos, cuya cristiandad y liberalidad, bien conocida, contra todos los golpes de mi corta fortuna me tiene en pie, y vívame la suma caridad del ilustrísimo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, y siquiera no haya emprentas en el mundo, y siquiera se impriman contra mí más libros que tienen letras las Coplas de Mingo Revulgo.
Porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos; que estas dos habilidades, o gracias, por mejor decir, son anexas a los enamorados andantes. Verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor. -Lea más vuestra merced -dijo Sancho-, que ya hallará algo que nos satisfaga.
Hasta la una de la noche, aunque la animación y la alegría fueron grandes, bien se puede afirmar que en la reunión apenas hubo el menor incidente digno de censura. Al contrario, todo fue estético, artístico y literario. Las piratininganas recitaron lindamente sentidos versos de la Marilia de Dirceo; las muchachas de Canarias cantaron seguidillas y coplas de fandango; cantaron londums las mulatas; la negra bailó con gran primor y salero, y entonó, por último, Catalina tan afinada y primorosamente varias canciones alemanas, que por unanimidad confirmaron todos su nombramiento de reina de la fiesta. Llegó la hora de cenar, y Catalina, como tal reina, dio el brazo a Pedro Lobo para ir al salón del banquete. Ella iba a presidirle, y, por extranjero y persona de más cumplimiento y ceremonia, sentó a su derecha a Pedro Lobo, mas no sin decir a Arturito que al otro lado suyo tomase asiento en la mesa.
Se trajo la guitarra, y el clérigo comenzó a cantar hondo y gorgoriteado por lo flamenco una copla, que si mal no recuerdo decía así: Eres como la avellana, chiquita y llena de carne, chiquita y apañadita como te quiere tu amante. D. Alejandro era alpujarreño, y a decir verdad, cantó ésta y otras coplas por el estilo infinitamente mejor que el Spirto gentile.
Palabra del Dia
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