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Las coplas, decimas, sonetos, y otras superfluidades, que vemos al principio de algunos libros, significan dos cosas, es á saber, que hay grande abundancia de malos Poetas, y que el Autor gusta que los ignorantes le alaben, lo qual es efecto de desordenado amor propio. Las aprobaciones comunes son indicio del amor propio de los Escritores, y de sus Aprobantes.

Del otro lado es roja y encendida, como Apolo, ígneo padre de la vida. ¡Oh terrible combate! Gozo o peno; ya miro al lado ardiente, ya al sereno; y mirando a tu rostro, noche y día, pasan las horas de la vida mía. Señor Apolonio, déjese de coplas. Cuando me habla así es que quiere pedirme algo; lo por experiencia. Dígame lo que le ocurre como Dios manda.

Los chiquillos, que gustan tanto de imitar lo que ven hacer a los grandes, se pusieron a cantar en la lindísima tonada de las coplas de la Aurora: ¡Si supieras la entrada que tuvo el Rey de los Cielos en Jerusalén!... Que no quiso coche llevar, ni calesa, sino un jumentillo que prestado fue!

»Fuí el primero que introduxo acabar las coplas como los sermones, con aquí gracia y después gloria, en esta copla de un cautivo de Tetuán: Pidámosle sin falacia Al alto Rey sin escoria, Pues ve nuestra pertinacia, Que nos quiera dar su gracia Y después allá la gloria. Amén. »Estaba viento en popa con estas cosas, rico, próspero y tal que casi aspiraba ya á ser Autor.

Esta obra estaba dedicada á la duquesa de Arcos; se componía de unas cien coplas, y según hace constar en su Tipografía Hispalense don Francisco Escudero, no existe hoy de ella ejemplar alguno.

En la pág. 316 y siguientes, leemos estas palabras acerca de los metros del drama: «Y luego Fadrique: La trágica consiente todo género de coplas, y metros, y estanzas.

Justo es advertir que el prurito de originalidad, el engreimiento necio del que cree pensar y decir cosas profundas, y la manía de reformarlo todo y de resolver en cuatro coplas los más obscuros problemas sociales, religiosos ó políticos pueden seducir á los autores dramáticos que tal vez no han estudiado ni meditado nada que los habilite para la resolución de semejantes problemas, y pueden llevarlos á componer un tejido de vulgaridades y zanguangadas, á crear caracteres falsos y á imaginar una acción absurda y sin interés, que sea como el hilo donde ensarten sus insulsos é inaguantables sermones.

Otros muchos escribió, pero, como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio, ni enteros, más destas tres coplas.

Fue una ruidosa función el acto de bajar a Frasquito, cantándole coplas en son funerario, y diciéndole mil cuchufletas aplicadas a él y a la Benina, que insensible a los desahogos de la vil canalla, se metió en su coche, llevando al caballero andaluz como si fuera un lío de ropa, y mandó al cochero picar hacia la calle Imperial, cuidando de despabilar bien al caballo.

«Bueno, hijo, bueno le dijo la anciana cuando terminó de cantar . Me gusta mucho tu música... Pero ¿el estómago no te dice que a él no le catequizas con esas coplas, y que le gustan más las buenas magras? Comier ... cantar... Comier yo con alegría de ser migo. ¿Te alimentas con tenerme aquí? ¡Bonita substancia! quierer ti...