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Era su gobernador mi padre, y me acuerdo que un poeta ménos que mediano, aunque no fuese medianamente desaliñado su estilo, llamado Azarria, hizo unas malas coplas en elogio mio, en las quales me calificaba de descendiente de Minos en línea recta; mas habiendo luego quitado el gobierno á mi padre, compuso otras en que me trataba de nieto de Pasifae y su amante.

¿Pues no lo ve usted? le respondió el sabio poniendo el dedo sobre la firma del programa y las iniciales de la fábula . Todo lo que no son coplas estúpidas y sin substancia: lo que ha de levantar ronchas. ¡Vaya si levantará!... hasta estos sueltecitos, que también son míos, y de pronto no parecen nada: ya lo verá usted. Y ¿lo conocen, lo conocen ya tus amigos, esos de las copias?

No siempre se destinan las coplas para acompañar el baile: entónanse á veces por jóvenes galanes bajo las ventanas de sus amadas, ó por dos improvisadores en lid poética.

Ocupada ya Gelarda de la melancolía, empieza á delirar, y dice que ve á Jesu-Christo en el Huerto sudando sangre, ú á la Virgen Santísima, que se le aparece en su gloriosa Asuncion, y le dice estas, ú las otras cosas; y si la fantasía está muy caliente, tal vez dice que le da coplas y redondillas para que las cante.

Otras veces, cuando el grupo es demasiado numeroso, se acogen a los pasacalles tradicionales de la villa, que son infinitos y deliciosos. Fué lo que hicieron en esta ocasión. El Duque quedó sorprendido al escuchar aquel coro de frescas voces repitiendo sin cesar coplas inocentes como éstas: En la torre más alta del amor me vi; falsearon los cimientos, pero no caí.

Nadie desprende con más cuidado el fruto y lo coloca con delicadeza en su delantal, ni distingue con más fina perspicacia la reineta del repínaldo, el balsaín de la balvona, ni sabe cantar mientras trabaja coplas más divertidas, ni retoza con tanta gracia, ni ríe de mejor gana, ni muestra al reir unos labios más rojos, unos dientes más blancos.

Unos trabajadores aragoneses que habían emigrado á la Argentina, llevando una guitarra como lo más precioso de su bagaje para acompañar las coplas «sacadas de su cabeza», al verla pasar á caballo dedicaron una canción á «la Flor de Río Negro».

El divino Miguel Sánchez, ¿Quién no sabe lo que inventa, Las coplas tan milagrosas, Sentenciosas y discretas Que compone de contino, La propiedad grande de ellas, Y el decir bien de ellas todos, Que aquesta es mayor grandeza? El jurado de Toledo, Digno de memoria eterna, Con callar está alabado, Porque yo no aunque quiera.

Como anuncio de los rosarios de madrugada era la salida de los hermanos campanilleros, que recorrían en las primeras horas de la noche las calles embozados en capas, deteniéndose en determinado punto, y entonando coplas de carácter religioso, á las cuales acompañaban con el repiqueteo de unas campanillas de mano que llevaban al efecto.

Desde luego se le declaró la guerra por el elemento religioso y a los pocos meses no había un pobre en todo el Ayuntamiento de Vetusta que quisiera las limosnas, los premios, ni la enseñanza de La Libre Hermandad. Las niñas de las Escuelas Dominicales y los chiquillos del Catecismo, que cantaban por las calles en vez de coplas profanas el Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, y lo de