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Actualizado: 29 de junio de 2025


El llanto se iba convirtiendo en ataque de nervios. D. Juan ordenó al cochero partir a escape a casa. Mas antes de llegar a ella, la joven cesó de llorar y, levantando la cabeza con resolución, exclamó: ¡Papá, quiero marcharme a Lancia! Bien, hija; nos iremos mañana. No, no; quiero que nos vayamos ahora mismo. Considera que no falta más que una hora para salir el tren. Sobra tiempo.

Y cuando ese autor es un novelista de primer orden, un pintor de costumbres como ha visto pocos nuestra Península desde Cervantes acá, un hombre de agudo ingenio, rico de observación, y en donaires y gracias de decir excelente, natural es que emplee el método fisiológico contra los fisiólogos, y que, convirtiendo la defensa en ataque, en vez de vindicar directamente el matrimonio, ponga y clave en la picota de la sátira a la cínica e infame soltería, que dice Jovellanos.

Seis años iban transcurridos desde que Gabriel le vio por última vez, y no había olvidado su corpachón mantecoso, la cara granujienta, de frente angosta y rugosa, orlada de pelos hirsutos, y el cuello taurino, que apenas si le permitía respirar, convirtiendo sus aspiraciones en un resoplido de fuelle.

¡Ah! ¡Pobres pasiegas! ¡Cómo me explico ahora el que sus esposos las envíen á Madrid á desempeñar el papel de vacas de leche, convirtiendo la bendición conyugal y sus frutos en un oficio ó granjería! ¡Y cuánto siento haber tenido que retratarlas, en conciencia, hace pocas noches, de la cruel manera siguiente, en una epístola que dirigí á nuestro amigo Cruzada!.....

Avanzó tímidamente, con el sombrero en la mano, levantando los pies cuanto podía, y no atreviéndose a sentarlos sobre la alfombra. La tormenta de aquella mañana lo había salpicado de lodo hasta las axilas. Si me llaman para que suministre agua a la casa dijo saludando al doctor, y convirtiendo en ches cuantas eses tenía que pronunciar, le... M. Bernier cortole la palabra.

Ya ves, si la mitad de lo que me dices es verdad, tu madre y estos Robinson te están convirtiendo no sólo en una cobarde, sino en una ingrata mujer. ¡Vaya que respetabilidad! Mira, mi familia data de algunos siglos antes que los Galba, pero si mi familia me hubiese tratado alguna vez de esta manera y me hubiese pedido luego que volviera la espalda a mi mejor amiga, me llamaría andana.

De pronto, como con repentina sonrisa del cielo, el sol hizo una especie de irrupción en la tenebrosa selva, derramando un torrente de esplendor, alegrando cada hoja verde, convirtiendo las amarillentas en doradas, y brillando entre los negruzcos troncos de los solemnes árboles. Los objetos, que hasta entonces habían esparcido solamente sombras, eran ahora cuerpos luminosos.

Entonces Ángel se sentó a su lado; y con muchas zalamerías, convirtiendo con gracia y con habilidad el tema de la media naranja, tan repetido en su casa, en disculpa y germen de todo lo sucedido después, comenzó la historia de ello; pero desde muy atrás: desde el punto y hora en que conoció a Luz a la puerta de las Calatravas, callándose discretamente apellidos y seriales para que no saliera lo tapado antes del momento en que debía salir.

Si hay alguna obra digna de ser guardada en el santuario más recóndito del arte, es, sin duda, El Príncipe constante, porque el poeta ha prodigado en ella todos sus encantos hasta un extremo inconcebible, empeñando todas sus fuerzas en componer una obra maestra de perfección sin igual y superior á las facultades humanas; la devoción y la fe, como el sonido solemne del órgano, llenan su conjunto y parecen imprimirle su carácter divino, celebrando lo terrestre y su transfiguración más elevada, y convirtiendo los dolores y las lágrimas, himno que pronuncian los labios del mártir moribundo, en cántico de adoración y de júbilo . Tales son las palabras que nos sugiere nuestro sentimiento, excitado por la obra más eminente de uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, costándonos no poco esfuerzo recobrar de nuevo la tranquilidad de espíritu necesaria para analizar y criticar las demás creaciones suyas.

Mesía al saludar humillaba los ojos, cargados de amor, ante los de ella imperiosos, imponentes. Sintió flojedad en el espíritu. La sequedad y tirantez que la mortificaban se fueron convirtiendo en tristeza y desconsuelo....

Palabra del Dia

rigoleto

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