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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Antes que la vieja me contestase se oyó un vozarrón arriba, diciendo: Adelante. Suba usted. Y en cuanto traspuse la puerta y tomé una escalerita estrecha con peldaños de azulejos guarnecidos de madera, atisbé en lo alto de ella la figura del cura, que, con grave pero amigable continente, me invitaba a subir. La casa era pequeña, por lo que pude observar.

Clarence King, que ha publicado en la revista The Forum un articulo titulado ¿Ha de ser Cuba libre? Un amigo mío anglo-americano me envió hace un mes dicho artículo, excitándome á que le contestase y hasta brindándome con que insertaría mi contestación en una revista de su tierra. Las acusaciones del Sr.

¡Juan...! ¡Cállate por Dios...! ¡Me matas...! Doña Manuela gritó horrorizada, cubriéndose el rostro con las manos. La sospecha que tanto la molestaba reaparecía en boca de su hermano. Y tan grande era su turbación, que hasta le pareció más ruidoso aquel estertor de agonía, como si el moribundo contestase afirmativamente con su fatigoso ronquido.

Quedó el español sorprendido por tales palabras y transcurrieron algunos segundos sin que pretendiese responder á ellas. Su amigo pareció sentir de pronto un gran temor á que el otro contestase, y para evitarlo empezó á relatar su propia historia desde que conoció á Elena.

Doña Cristina abanicábase furiosamente las mejillas enrojecidas. ¿Qué horrores iba soltando aquella voz suave é irónica que parecía acariciarla con profundos arañazos?... Ahora se arrepentía de haber provocado al impío y hacía señas á Urquiola para que no le contestase. Deseaba que se hiciera un silencio penoso, que se fuera de allí empujado por la sorda y desdeñosa hostilidad de todos.

Y cuando con más entusiasmo forjábase la ilusión de la tranquilidad patriarcal, un silbido estridente rasgó los aires, como si Mefistófeles, desde las nubes, contestase con su carcajada chillona a los hermosos planes de virtud doméstica.

Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias. Beatriz no pudo ya resistirse; sentía además necesidad de desahogar su corazón, e incorporándose y teniendo a Inés a su lado, dijo con un suspiro: ¡Qué desgraciada soy, Inés! ¿Qué sucede? interrumpió ésta.

Pero el viejo, antes de que Maltrana le contestase, sonrió tristemente y siguió diciendo con expresión de desaliento: No te canses: es inútil. Adiós, señores. A Madrid, mula... Pagaré como siempre. ¿Quién se mete con esos señores que son los amos? Paga tu crimen, ya que por ir a ganar el pan estropeas un poco de pintura.

Y como él contestase afirmativamente, sin jactancia, con sencillez, Nélida casi le saltó al cuello. ¡Mi rey!... ¡Mi hombre!... ¡Lástima que estemos aquí! ¡Ay, qué beso te pierdes! Encontráronse con el señor Kasper, que los acogió con toda la bondad de su rostro patriarcal. «Papá... papáSu hija le besaba las barbas venerables, insistiendo en esta caricia con un runruneo de gata amorosa.

Los dos, estrechándose las manos, se alejaron por el claustro. ¿Cuándo has venido...? Pero ¿en dónde has estado...? ¿Qué vida es la tuya? ¿A qué vienes? El Vara de palo expresaba su sorpresa con incesantes preguntas, sin dar tiempo a que su hermano las contestase.

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