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Actualizado: 24 de junio de 2025
Se había casado por amor con la hija única de la marquesa de Saldeoro. Quedose viudo a los ocho años de matrimonio, no exento de alborotos, y cuando las cosas de esta relación ocurren estaba asombrosamente consolado de su soledad. Por dos calidades, de mucho valer ambas, se distinguía; física la una, moral la otra. Era su corazón bueno y cariñoso.
Después recordó a la «queridita» infeliz, con cierta ligereza, sin dar importancia a aquella pasión de Maltrana. ¿Se había consolado? ¿Tenía ya alguna otra como sustituta? ¡Ah, bohemio incorregible! Para él era la vida: libre, mujeriego y sin la esclavitud de ocupaciones apremiantes. Después contrajo la frente, como si concretase sus recuerdos.
El silencio para siempre, la amarga satisfacción del no ser, la grandiosa monotonía de la eternidad libre de toda alteración. ¿Por qué no iba él dentro de aquella caja? ¿Por qué no había caído cuatro años antes, cuando sufrió una pulmonía que puso en conmoción a toda su familia? Al menos habría muerto creyendo en su madre, y al partir le hubiera consolado un gesto, una lágrima de aquella mujer.
Tranquilícese respondió Flores con importancia, consolado, casi contento de su torpeza ante la idea de que podría poner en práctica sus gloriosos conocimientos de cirugía ; tranquilícese, mi querido hijo, porque sólo ha sido atacada la epidermis; no están interesados más que los vasos capilares, y un emplasto de diaquilón, o de ungüento remediará mi inadvertencia; y a decir verdad, esa pequeña evacuación sanguínea le será muy saludable, porque usted me parece un individuo muy propenso a la plétora; de modo, hijo mío, que en lugar de blasfemar, debería usted...
Ya había perdido de vista a esa joven, que no tiene más de veinte años, y que era aún una niña cuando yo salí de aquí, pero conservaba el respetuoso recuerdo de su tía Adelaida, la priora, mujer de un espíritu sensato y de la mayor virtud, que me dio lecciones en mi tierna juventud, y a la cual, quizá, debo este fondo de piedad, que si no me ha preservado de muchos errores, al menos me ha consolado en no pocos reveses.
Quedó riendo Cachafaz de sus propias palabras, mientras Watson miraba con tristeza hacia la casa. Luego hizo dar vuelta á su cabalgadura y se alejó relativamente consolado, por una resolución que acababa de adoptar. «Volveré mañana... se dijo . Volveré todos los días, hasta que me perdone.» Aquella tarde la pasó Elena sola en su salón.
Aunque de España alejado, nunca de la patria lejos, mirando en ti sus reflejos quedó mi afán consolado. ¡Sea loado Dios, que consiguió juntar, pedazos tan divididos, que siempre han de estar unidos aunque los separe el mar. ¡Allá la remota ola besa los lindes de España! ¡Aquí la mar besa y baña tierra también española!
Para dar más realce a esta cualidad ponía cara de idiota. Castro asentía a todo, tanto por lisonjearla como por la mala voluntad que tenía a Clementina. No sentía interés por Lola, pero a raíz de su ruptura con aquélla se había consolado un poco festejándola: aunque en ello había tenido no poca parte el deseo de no aparecer derrotado a los ojos del mundo.
Lo que más le ha consolado ha sido el ver que yo lloraba también, y que mis hijos, al verme llorar a mí, lloraban igualmente. Aquel padre ha sido llorado por quien ni de nombre le conocía, mientras su hija balbuceaba algunas palabras que partían el corazón. ¡Pobre hija!
14 El atribulado es consolado de su compañero; pero se ha abandonado el temor del Omnipotente. 16 que están escondidas por la helada, y encubiertas con nieve. 17 Que al tiempo del calor son deshechas, y en calentándose, desaparecen de su lugar; 18 apártanse de las sendas de su camino, suben en vano y se pierden. 23 y libradme de la mano del angustiador, y redimidme del poder de los violentos?
Palabra del Dia
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