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Y todos, o los más, derramaban pomos de aguas olorosas sobre don Quijote y sobre los duques, de todo lo cual se admiraba don Quijote; y aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos.

-Sepamos qué es esto de raíz -dijo a este tiempo el oidor. Pero el hombre, que lo conoció, como vecino de su casa, respondió: ¿No conoce vuestra merced, señor oidor, a este caballero, que es el hijo de su vecino, el cual se ha ausentado de casa de su padre en el hábito tan indecente a su calidad como vuestra merced puede ver?

Desde sus torres, siendo mozo, miraba a lo lejos, soñando conquistar el mundo y adornar su frente con una corona. Aquí conoció a su mujer, y, bajo las frondas de estos árboles, arrullaba a su pequeña Elsa, que era el sol de su vida... , siento en las manos la humedad de tus lágrimas. Te lo ruego, no llores.

En poco tiempo adquirió alguna destreza, al amparo de un cajista viejo casi inválido y de un chico listísimo, a quien años atrás conocimos y conoció mejor Mariano con el nombre de Majito.

En la estación del ferrocarril no me conoció nadie: al atravesar la plaza, tres o cuatro voces que dijeron con asombro: «¡Nicolasa! ¡Nicolasa!» y luego observé que a larga distancia me fueron siguiendo dos muchachas de mi tiempo, una con un chico en brazos... y, mira, aquélla me dio envidia. Si te daría. Llegué a mi casa. Imagina la sorpresa.

Yo necesito continuar siendo madre, ya que no puedo ser otra cosa; y ese infeliz no conoció á la suya, no tiene á nadie en el mundo, está solo como yo... Déjame que busque un poco de ilusión allí donde puedo encontrarla. ¡El pobre agradece tanto mi afecto! ¡Se siente tan feliz en mi casa!

La suya delante, siempre delante, entapujadita y sin dejarse ver la cara... Claro, que él veía la figura con los ojos del alma... Pues bueno: cuando conoció a Benina, una mañana que por primera vez se presentó ella en San Sebastián, llevada por Eliseo, el corazón, queriendo salírsele del pecho, le dijo: «Esta es, esta sola, y no hay otra». Más hablaba con ella, más se convencía de que era la suya; pero quería dejar pasar tiempo, y priebarlo mejor.

Carmen no la conoció...; ¿quién sería?... Le pareció que le estaban diciendo al oído, con oficiosidad maliciosa: ...; es Rosa, la del molino; una de mucho empaque..., pinturosa de la rama.... La niña de Luzmela volvió la cabeza hacia otro lado, muy despreciativa, con un desdeñoso gesto de mujer de calidad.... Se había encalmado ya su corazón en un compás armonioso y grato.

Principiada, la marcha, á los 10 minutos del primer rumbo se cortó el Salado que estaba seco, y viniendo por el Cerrito Colorado entra en la laguna de Carpincho por el S, y sale por el E: su cauce se conociò por lo pantanoso.

Encantaba además al rey, el que el padre Aliaga no se entremetiese jamás en los asuntos de Estado, porque Felipe III, en abierta contraposición con su padre Felipe II, que pasaba su vida sobre los negocios, sentía hacia ellos una repugnancia invencible. A poco tiempo de llegar fray Luis á la corte, conoció á la reina. Al verla el religioso se inclinó y permaneció con los ojos bajos.