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Porque son casos muy distintos el de usted y el mío, señor don Marcelo díjome a esto Neluco . Yo empiezo a vivir ahora, necesito trabajar, y trabajar mucho, para ganar el pedazo de pan que como; y además, ni me aburro en la soledad en que vegeto, ni me tientan, como a usted, las seducciones de «allá afuera», ni conmigo ha de extinguirse mi apellido aunque yo muera solterón... ¡Pero si me viera en el pellejo de usted!...

¡Hola! ¿Es la Sra. Ester la que desea hablar una palabra con el viejo Rogerio Chillingworth? respondió el médico, irguiéndose lentamente. Con todo mi corazón, continuó; vamos, señora, oigo solamente buenas noticias vuestras en todas partes. Sin ir más lejos, ayer por la tarde, un magistrado, hombre sabio y temeroso de Dios, estaba discurriendo conmigo acerca de vuestros asuntos, Sra.

Era de notar ver a mi amo tan quieto y religioso y a tan travieso, que el uno exageraba al otro o la virtud o el vicio. No cabía el ama de contento conmigo, porque éramos dos al mohíno: habíamonos conjurado contra la despensa. Yo era el despensero Judas, de botas a bolsa, que desde entonces hereda no qué amor a la sisa este oficio.

¡Asús! ¡Qué picardías habla!... Ciego había de estar para condenarse con la Rebola! ¡Y lo que es conmigo! ¡Asús!

No puede haber otro tan grande ni tan malvado como él en la abadía. Por las señas es ése el novicio Tristán de Horla. ¿Qué os ha hecho? ¡Pesia mi alma que lo hecho por él no lo hicieran conmigo salteadores de camino!

Carmen no quería responder con franqueza, y salió diciendo: ¿No sabes que va a venir Fernando? ¿El marino? . ¿Y a qué viene? A pasar una temporada...: ese dicen que es bueno. Pero; ¿de verdad son malos los otros? ¿Malos?... ¡Es que están algo locos!... no tienes confianza conmigo, Carmen; eso me entristece.... Ella le miró cariñosa.

Usted me ha amado, es cierto, pero ¡qué amor tan triste y tan vergonzoso! Yo he sucumbido á su voluntad y me he entregado porque me tenía usted en un peligro de muerte. Ha sido usted feroz conmigo. ¿Recuerda usted la primera noche que pasé en Boulogne cuando huía á Inglaterra con el nombre de Juana Baud?

Gracias á su bondad puedo marcharme... Todo lo que va conmigo le pertenece... Desconfíe de los que le hablen mal de él... Sus ojos tristes miraron intencionadamente al joven mientras decía las últimas palabras. Antes de alejarse aún se atrevió á darle un nuevo consejo: Y no olvide por ninguna otra mujer á esa señorita que llaman Flor de Río Negro.

Porque fue muy bella y quisiera que ustedes la hubieran visto conmigo. ¿O tenía el cielo balcones y los seres que me son queridos estaban asomados a uno de ellos? A la mañana veníamos, aun los pocos de la expedición de Baracoa, los seis y los que se nos fueron uniendo, revueltos por el monte de espinas y con la mano al arma, esperando por cada vereda al enemigo.

Yo, cuando la vi al principio de vivir en la casa, que usted me dio el dinero pa eso de tener huéspedes, tuve intinciones de hablarla pa que viviese conmigo en compañía: vamos, mi idea era darle cuarto y comida, y que ella, en cambio, me cuidase de la casa, porque yo no puedo atender a todo. ¿Y no lo hiciste?