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Actualizado: 22 de junio de 2025


Pero los conejos, de puro astutos, suelen caer en las manos del cazador; porque no bien sienten ruido, se hacen los muertos, como para que no los delate el ruido de la fuga, y cierran los ojos, cual si con esto cerrase el cazador los suyos, quien hace por su parte como que no ve, y echada hacia la espalda la escopeta, por no alarmar al conejo que suele conocerla, se va, mirando a otro lado, sobre la cama del conejo, hasta que de un buen salto le pone el pie encima y así lo coge vivo: una vez cogió tres, muy manso el uno, de un color de humo, que fue para Ana: otro era blanco, al cual halló manera de atarle una cinta azul al cuello, con que lo regaló a Sol; y a Lucía trajo otro, que parecía un rey cautivo, de un castaño muy duro, y de unos ojos fieros que nunca se cerraban, tanto que a los dos días, en que no quiso comer, bajó por primera vez las orejas que había tenido enhiestas, mordió la cadenilla que lo sujetaba, y con ella en los dientes quedó muerto.

Recrudecióse la sorpresa con asomos de indignación, y hasta el mesurado diplomático contrajo sus pellejos de conejo, exclamando: ¡Imposible!... ¡Imposible!... Será alguna grande de provincia... Alguna indecente que nosotros no conocemos dijo Leopoldina Pastor. No, señor; es grande de la corte, y de la cepa... y me extraña no encontrarla aquí... ¿Aquí? gritó la duquesa irguiéndose amenazadora.

La vehemencia con que hablaba de su agradecimiento no conmovía a doña Sol. ¿Y aquél era el famoso Plumitas?... Un pobre hombre, un buen conejo del campo, que todos miraban como lobo, engañados por la fama. Hay ricos muy malos prosiguió el bandido . ¡Lo que argunos jasen sufrí a los probes!... Serca de mi pueblo hay uno que da dinero a rédito y es más perverso que Judas.

La esposa de Cuadros, que respondía a sus amigas con sonrisas de conejo y parecía muy preocupada por pensamientos tristes y misteriosos, abalanzóse a doña Manuela, saludándola con apretado abrazo y sonoros besos. Parecía una desesperada que encuentra al fin el medio de salvación. Tenemos que hablar, doña Manuela le dijo al oído . No, ahora no; después se lo contaré todo. ¡Ay, si usted supiera...!

En cuanto á caza, ni con hurones se encontraba, por atravesar la finca una servidumbre desde principios del siglo, en que huyó de allí el último conejo de que hay noticia. Los dinerillos le producían, salvos disgustos, apremios y tardanzas, unos tres mil realejos. Así es que Su Excelencia no poseía más que gloria y un inmenso caudal de metáforas, que gastaba con la prodigalidad de un millonario.

Pero ni Moreno ni el ingenioso Sánchez estaban de humor para reírse. Lo hicieron, sin embargo, pero resultó la risa del conejo. Si usted me hiciera ahora el favor de la mano... dijo D. Pantaleón con voz temblorosa. Hombre, es usted muy viejo... pero, en fin, allá va. No, la derecha no, la izquierda. ¡Vaya por la zurda! exclamó el hombre alargándola.

En el monte sólo encontrarían algún arroyo donde beber un buche, y aun esto había que evitarlo, pues los cursos de agua eran los sitios más frecuentados por los guardas. Al volver a las Carolinas harían una cachuela, el gran plato de los cazadores, que sabía a gloria: un guiso de entrañas frescas de conejo.

Severiana la enseñó como un trofeo, reventando de orgullo. «¡Un conejoclamaron media docena de voces... «¡Hija, cómo te has corrido!». «Hija, porque se puede, y lo he sacado por siete riales». Jacinta creyó que la cortesía la obligaba a lisonjear a la dueña de la casa, mirando con muchísimo interés las provisiones y elogiando su bondad y baratura.

El labio superior, demasiado largo y colgante, parece haber crecido y ablandádose recientemente, y no cesa de agitarse con nerviosos temblores, que dan a su boca cierta semejanza con el hocico gracioso del conejo royendo berzas. Es pálido su rostro, la piel papirácea, las piernas flacas, la estatura corta, ligeramente corva la espalda.

Así es que halaga cuando pronuncia flemáticamente «Tiene usted un lindo vestido» o «Ese sombrero es maravilloso.» A me ha otorgado algunos elogios, en este verano ¡pues bien! quedé tan orgullosa de ellos como el día en que gané un conejo, tirando al blanco en la feria de Neuilly, después de haber agujereado seis veces el centro.

Palabra del Dia

rigoleto

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