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Actualizado: 3 de junio de 2025


Emma se encerraba en su alcoba; se miraba en el espejo de cuerpo entero, en ropas menores, hasta sin ropa..., se examinaba detenidamente, se medía, se comparaba con otras, sacaba proporciones de ancho y de largo de su torso y de cuantas partes de su cuerpo creía ella, en sus vagas nociones de tocología instintiva, que eran capitales para el arduo paso.

Descendiendo por él, yo comparaba mentalmente esos desiertos, hoy dia tristes y silenciosos, con lo que llegarán á ser cuando una poblacion industriosa venga á animarlos y á sacar un provecho de sus dones, y cuando el comercio con los Europeos, puesto en plena actividad, cubra esas aguas de barcos de vapor destinados á llevarles la abundancia y la vida intelectual.

El teniente pareció más pequeño y desmedrado dentro de su uniforme suelto y sin adornos. El parisién, siempre alegre, lo comparaba á un pájaro desplumado. Creyó necesario el coronel repetir en alta voz las condiciones del duelo. El príncipe las sabía y estaba avezado á estos encuentros. Martínez era el que necesitaba sus indicaciones.

Allá en sus adentros se comparaba a la vara que sostiene en el aire a una planta rastrera a fin de que no caiga al suelo y se ensucie y pudra en el fango. Temía Rafaela que Arturito cayese si le dejaba ella, y por eso no le dejaba. A menudo solía lamentar que aquel muchacho hubiera sido tan dócil y se hubiera convertido tan pronto.

¡Otra!... Patriotismo hay; pero yo... Usted hará lo que yo le mande, y tendremos credencial. Rubín siguió toda la noche afectando mal humor, una severidad torva, el malestar de la persona a quien ponen un puñal al pecho para que consume un acto contrario a sus convicciones. Al retirarse a casa, se comparaba con Wamba y decía para su sayo: «Cómo ha de ser... paciencia.

Ya la continuó el joven la conozco y creo en ella: siento su infinita ternura, «La estrella de la mañana, sin mancha alguna brilla en el horizonte: pero á tu lado, querida mía, palidece y casi no se ve...» Eso es lo que yo pienso, mi vida. Y con el énfasis de todo enamorado, la comparaba con el astro del amanecer, resultando que la amante vencía á la estrella en hermosura y esplendor.

Y evocaba el recuerdo de las campiñas de Levante, las vegas de Valencia y de Murcia, siempre verdes, pobladas como ciudades, viéndose de cada pueblo los campanarios de otros lugares vecinos; teniendo cada campo su vivienda rústica, y en ella una familia tranquila, y bien alimentada, sacando su alimentación de pedazos de terreno tan pequeños, que él, en su hipérbole andaluza, los comparaba con pañuelos de bolsillo.

Dos reales de jornal, un rancho insípido por todo alimento y dormir en el suelo vestidos, con menos abrigo que las bestias. Era lógico que éstos se quejasen: no los trabajadores de las viñas que vivían como unos señores si se les comparaba con los gañanes. Pero los amos de los cortijos protestaban indignados, al ver que se intentaba arrojar sobre ellos todo el peso del peligro.

La música parecía extraer racimos humanos de las puertas, escotillas y escaleras. Isidro comparaba el buque con un mueble viejo: bastaba que las vibraciones de los instrumentos de metal lo conmoviesen, para que al momento surgieran las gentes de todos sus poros y orificios como rosarios de parásitos.

Y el marqués devoraba estos periódicos, y contemplaba en éxtasis a aquellos hombres que tanto les daban que decir; y se comparaba con ellos, y no se vela más bajo, ni menos ostentoso, ni menos solemne, ni menos «honorable»: ninguno tomaba tan en serio como él eso de «los organismos políticos», «las energías de la patria», «el sentimiento público», «la alteza y respetabilidad de los cuerpos colegisladores» y otras cosas tales; ninguno le ganaba en desinterés, ni en celo, ni en instinto político, y pocos, muy pocos, llegarían a aventajarle en el modo y manera de utilizar con honra propia y decoro del sistema «la tribuna del Parlamento». Esto era «obvio, de toda notoriedad e inconcuso», y, sin embargo, su nombre no aparecía jamás entre aquellos otros, tan traídos y tan llevados, ni había un papanatas que le siguiera, ni un mal periodista que le preguntara su parecer sobre la política del Czar y las últimas circulares de nuestro ministro de Estado.

Palabra del Dia

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