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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Pero el ruido de un ladrido agudo en el interior de la choza en el momento en que Eppie ponía la llave en la cerradura, cambió las intenciones del animal, y, sin más invitaciones, se marchó cojeando. El ladrido agudo era el signo de la acogida animada que les preparaba un ratonero negro inteligente.
Con sus capotes adornados de condecoraciones, sus teatrales alquiceles, sus kepis y sus gorros africanos, esta muchedumbre heroica ofrecía sin embargo un aspecto lamentable. Muy pocos conservaban en ella la noble vertical, orgullo de la superioridad humana. Avanzaban encorvados, cojeando, arrastrándose, apoyados en un garrote ó en un brazo amigo.
Cojeando y con la vista en el suelo y cara de vinagre llegó al monasterio, atravesó el espacioso patio y subió la ancha escalera. No contestó á los hermanos que al pasar le saludaban, y se encerró en su celda de golpe y porrazo.
Después de la primera visita D. Benigno bajó cojeando la escalera; y ciñendo estrechamente al cuello el embozo para abrigarse bien, dijo dentro de su capa: «No sirve, no sirve para el caso». Partió, pues, a los Cigarrales en compañía de Alelí, que ya casi no se podía tener derecho, y allí, en aquel delicioso edén de almendros, aconteció lo que pronto, muy pronto verá el juicioso lector.
Fiat lux dijo Quevedo abriendo la linterna. Encontrábanse en un desván espacioso, pero interrumpido á cada paso por maderos desiguales. El bufón empezó á andar encorvado y cojeando por aquel laberinto. De repente se detuvo y enseñó un boquerón á Quevedo. ¿Y qué es eso? dijo don Francisco. Esto es una providencia de Dios. Más claro. Eso era antes un tabique. ¿Y ocultaba algo bueno?
De noche, con este disfraz, va á caza de víveres: óyesele y se reconoce al peregrino al ruido que mueve con su concha, pues sólo consigue arrastrarla cojeando y dando tropiezos. Otros, en fin, más honrados, descorazonados del movimiento y de sus luchas con el mar, prefieren la tierra, no tan aguerrida y agitada.
Nada sé respecto a ella, me contestó. Acabé de convencerme de que nada recabaría de aquella mujer; la di dinero; la encargué dijese a Amparo que deseaba verla, y la despedí. A los pocos días, y cuando acababa de levantarme, me sorprendió un fuerte campanillazo a la puerta. Abrió Mauricio; sentí pasos apresurados, y poco después se precipitó en mi gabinete Amparo. Mustafá la seguía cojeando.
Esta noche entré en el cuarto de Leopoldito, y te digo que parece un biombo de una zapatería de portal; la pared llena de mamarrachos pegados con obleas, escenas de toros, caricaturas de periódicos... en fin, indecentísimo, y cada cosa por su lado, todo revuelto; mucho olor de potingue de botica, porque el chico es una laceria; noveluchas de a peseta en vez de libros de estudio; látigos y bastones en tal número que habría para poner tienda de ello; la cama deshecha, porque se había levantado a las seis de la tarde... Por allí andaba cojeando, con las botas rotas, pidiendo de comer y atisbando los dulces y fiambres que traían, para abalanzarse a ellos como un hambriento... Gustavo ya es otra cosa. ¡Qué formalito y qué bien educado!
Y no se sonría usted, no hablo de mí que tengo mi pension aunque poca, muy poca para los servicios que prestó mi marido, pero hablo de otras que arrastran una existencia infeliz: no es justo que despues de tanta instancia para venir y despues de atravesar el mar, concluyan aquí por morirse de hambre... Lo que usted dice de los soldados será cierto, pero es el caso que cuento con más de tres años de país y no he visto á ninguno cojeando.
Su caída hizo estremecer de gozosa esperanza a todas las naciones oprimidas. Ninguna victoria francesa resonó en Europa tanto como aquella derrota, que fué, sin disputa, el primer traspiés del Imperio. Desde entonces caminó mucho, pero siempre cojeando.
Palabra del Dia
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