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Otros, los más gallardos y de buen ver, reían y se empujaban con el codo, mirando á ojos simples la cara de Gillespie y haciendo suposiciones sobre sus enormidades ocultas, que provocaban el escándalo y la protesta de sus compañeras más graves y virtuosas.

Estaba sirviéndose champaña y le empujaron el codo... ¡Debía, pues, disculparlo!... Y como lo cortés no quita a lo valiente, ¡lo disculpé!... ¿Tenía él acaso la culpa de que le empujaran el codo? Habiendo afirmado Jacinto Luque la suma distinción del capitán Pérez, todos los «dandies» del Tandil, declararon conocerlo, siquiera de vista.

Pasó toda la mañana con el codo en una mesa y la mandíbula apoyada en la mano, lo mismo que el día anterior, dejando que las horas se desgranasen lentamente, no queriendo oir el sordo rodar de los vehículos que se llevaban las muestras de su opulencia. Cerca de mediodía le anunció el conserje que un oficial llegado una hora antes en automóvil deseaba verle.

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas? 27 Mas ¿quién de vosotros podrá, acongojándose, añadir a su estatura un codo? 28 Y por el vestido ¿por qué os acongojáis? 29 mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos.

De manera, hijo observó don Adrián, dale que dale al codo, pero muy suave y lentamente, con el gorro sobre las cejas y la carita rechupada , que por fas o por nefas... eso es, pues propiamente luz, no resulta del relato: por fas o por nefas, repito, esa nube no ha cogido a nadie más que a nosotros... a nosotros dos, eso es. ¡Caray si es duro eso de pensar!

Una vaga idea de que esto era la felicidad de Arcadia, se infundió a todos. Esta especie de cosa decía el Chokney Simons, gravemente apoyado en su codo es celestial. Le recordaba a Greenwich. En los calurosos días de verano, generalmente llevaban a La Suerte al valle, donde Campo Rodrigo explotaba el metal precioso.

5 Y he aquí, un muro fuera de la Casa; y la caña de medir que aquel varón tenía en la mano, era de seis codos, de a codo y palmo; y midió la anchura del edificio de una caña, y la altura, de otra caña. 6 Después vino a la puerta que daba cara hacia el oriente, y subió por sus gradas, y midió él un poste de la puerta, de una caña en anchura, y el otro poste, de otra caña en ancho.

En lugar de tratar de calmar sus temores, los alentaba con esta idea supersticiosa e inherente a cada uno de nosotros de que cuando más se espera el mal resueltamente, menos probable es que suceda; así fue que cuando oyó que se acercaba un caballo al trote y vio que un sombrero sobrepasaba la cerca más allá del codo del sendero, le pareció que su conjuro había tenido éxito.

Hablaban a veces dos o tres a un tiempo, pero todos en voz baja que parecía dar más intimidad e interés a lo que se decían. Ana esquivaba unas veces las miradas de don Álvaro, que fumaba apoyando un codo muy cerca de los de Anita, también reclinada sobre el antepecho.

Un momento, al pasar por delante de ellas, Lola se volvió a preguntarles no qué; al mismo tiempo Josefina tocó levemente en el codo a Baltasar, el cual se inclinó, y por movimiento simultáneo cayeron los brazos de ambos y sus manos se unieron el espacio de un segundo, depositando la mano varonil en la femenina un papelito blanco, tamaño como una mariposa.