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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Sólo de vez en cuando Magdalena hacía recordar a Amaury, tocándole en el codo, que estaban en presencia de su padre.
Fortunata le miraba con sorpresa mezclada de temor, el codo en la mesa, derecho el busto, en una actitud airosa y elegante, llevando pausadamente del plato a la boca, ahora una pasita, ahora una almendrita.
»Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla y la mano abierta en la mejilla, y, pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él.
Juan alza dos esclusas. Eso basta por el momento. Después suelta la palanca y apoya el codo en el pretil del puente levadizo. Gertrudis, que durante todo ese tiempo ha estado contemplándolo sin decir nada, se lanza por sobre la gran viga que atraviesa la corriente de agua de una orilla a otra, a algunos pasos de ella.
Lionel, que admiraba las hembras de su talla, tenía que trabajar con muñecas que apenas le pasaban del codo, mujeres «de bolsillo», que podía meter en cualquiera abertura de su traje. A su esposa, la esbelta y fuerte Mina, la besaba de frente, sin necesidad de bajar la cabeza y doblar las vértebras.
Todos se habían sentado y veían con admiración al valiente muchacho cortar, despedazar, empinar el codo, mirar luego a Luisa y a su madre con ojos tiernos, y contestar a unos y otros sin perder bocado.
¡Francés! exclamó Don Pedro de Castilla. ¿Qué os induce á creerlo si no lleva blasón ni divisa que lo acredite? Me basta mirar la forma de su armadura, señor, más redondeada en el codo y las hombreras que cuantas proceden de Inglaterra ó de España.
Ahora sí que van a empezar a descubrirse las picardías, hija. Por mí, que se descubran; como no han de hacerle nada... ¡todavía si fuera, para atarle codo con codo y mandarle a presidio! pero ya verás como echan tierra al asunto. De esta vez, ciertos son los toros: caído Eneene, la ruina de Esteven es segura; ¿no ves que era el compadre que le sostenía?
Ordinariamente se ponía para estas comidas de los sábados trajes de media etiqueta, esto es, con las mangas hasta el codo. Ahora quiso lucir su celebrado descote en honor de un diplomático extranjero que comía por vez primera en su casa. Mientras se dejaba arreglar el pelo, su espíritu vagaba distraído por los sucesos del día. No había acudido a la cita de Pepe: de seguro vendría furioso.
Con un codo apoyado en la mesa y la cabeza en la mano, De Pas contemplaba a su señora madre, que comía de prisa, distraída, más pálida que solía estar, con los grandes ojos azules, claros y fríos fijos en un pensamiento que debía de ver ella en el suelo. Teresina entraba y salía sin hacer ruido, como un gato bien educado. Acercó la ensalada al señorito. Ya he dicho que no ceno. Déjale, no cena.
Palabra del Dia
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