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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Oigamos á la Dorotea, que aún no ha concluído : Sospeché que aquella Margarita, que citaba misteriosamente á don Rodrigo, era la reina, y como no me atrevía á quedarme con una sola de las cartas, las miré, las remiré, hasta que fijé en mi memoria la forma de las letras de aquellas cartas, de modo que estaba segura de no engañarme si veía otro escrito indudable de la reina.
No se citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese alcanzado sobre ella. Había sabido infundir, o sin saberlo ni pretenderlo ella, había infundido esperanzas que no llegaban a cumplirse. Hasta ya viuda, Elisa no había tratado con frecuencia al Conde de Alhedín. Verle y desear enamorarle fué en ella todo uno.
Aquel hombre que iba a París y traía aquellos sombreros blancos y citaba a Claudio Bernard y a Pasteur... debía de saber más que él de medicina moderna... porque él, Somoza, no leía libros, ya se sabe, no tenía tiempo. Pero la Regenta mejoraba; volvía la sangre, aunque poco a poco; los músculos se fortalecían y redondeaban... y la frialdad y la reserva no desaparecían.
No le hubiera hecho gracia a Emma oír que se la comparaba con damas parturientas de sesenta años, y que se citaba, como ejemplo de belleza conservada milagrosamente, a Ninon de Lenclos, de quien nunca había oído ni el nombre la señorita de Silva. ¡Lo que sabía aquella Marta, que fue la que llevó la conversación de la tocología a la estética, para poder ella lucir sus conocimientos sin menoscabo de su decoro y prerrogativas de virgen pudorosa e ignorante en obstetricia!
Yo no sé cuántas cosas le decía. Sospecho que estaba llena de repeticiones, y doy por seguro que abundaban en ella las metáforas, hipérboles, epifonemas y, en general, toda clase de tropos y figuras de dicción. Había, además, gran copia de signos de admiración y puntos suspensivos. También recuerdo que citaba una octava real de Espronceda y dos versos de Musset.
Una tarde, al anochecer, al ir a entrar a la fonda, pasó por delante de mí la criada vieja de casa de doña Hortensia, la señora Presentación, y me dió una carta. Era de Dolorcitas. Me citaba para las diez de la noche; tenía que hablar conmigo. Me esperaría en la reja. Vivía en la calle de los Doblones, cerca de la Aduana. Toda mi ecuanimidad se vino abajo desde aquel momento.
¿Por quién habéis pegado á don Bernardino? dijo Dorotea ; ¿por mí ó por Mari Díaz?... estamos solos, Juan, y quiero que me digáis la verdad... cuando yo salía, la Mari Díaz os citaba. He pegado á ese hombre, por él mismo; y en cuanto á esa mujer, no tenéis motivos para enojaros conmigo. ¿Y qué pensáis hacer? ¿Que he de hacer más que matar á ese hombre, y dejar ir por su camino á esa mujer?
Y citaba, como prueba al canto, el presupuesto que su amigo ilustre el doctor Eneene componía: rebaja de sueldo a todos los empleados de inferior categoría, porque para lo que hacen bien pagados están con cuatro cuartos; supresión de media docena de ordenanzas y de las pastas, que una malísima costumbre había dado de compañía al te de las tres de la tarde, en la oficina, y hasta quizá se hiciera cuestión de gabinete el suprimir también el te.
Como había viajado un poco y se jactaba de haber visto todos los adelantos del arte de la guerra, pasaba por militar instruído. Estaba suscrito a dos o tres revistas científicas; citaba en las tertulias, cuando se tocaba a su profesión, algunos nombres alemanes; para discutir empleaba un tono enfático y sacaba voz de gola que imponía respeto a los oyentes.
Además la impedía que llenase sus deberes respecto de su marido habitando con él y donde á él le conviniera. Y Roussel citaba el código. En suma, si Mauricio quería, había allí materia para un gran proceso, y tomando un ilustre abogado, se podía poner á Clementina en una posición muy desagradable. Llegaron así al almuerzo, que les reunió otra vez en el comedor, tristes y sin apetito.
Palabra del Dia
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