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Algunas voces trataron de pronunciar una orden para vencer aquella dificultad, problema de obstetricia sin duda. Delante el retrato. Dejen pasar el retrato decían. Era imposible; la gente se agolpaba de tal modo, que el retrato no podía pasar. Al fin, tras largos esfuerzos, el retrato pasó por el arco. Detrás seguía con la mayor confusión la gran masa de gente.

¡Pero, hombre de Dios! ¿Sabe V. por ventura obstetricia? ¡A qué me importa la obstetricia! Lo que le a V. decir, es que una mujer puede concebir de un animal, y que está probado. ¡Cómo ha de estar probado semejante disparate! Dispénseme V., D. Agustín, dispénseme V.; no es un disparate, ni mucho menos. Hay un médico alemán llamado Grotte... No conozco semejante médico.

Estas ideas, que fermentaron en el cerebro de aquella gran diplomática y ministra durante todo el mes de Marzo, determinaron los recaditos que mandó a Fortunata con Ballester, el encargo que hizo a Quevedo de asistirla cuando el caso llegara, no vacilando en decir al feo y hábil profesor de obstetricia que sus honorarios no serían perdidos.

El uso antiguo del borax en obstetricia y en afecciones del sistema uterino ha caido en el olvido mas completo. Se le puede hoy recomendar justamente en los infartos de la matriz, la dismenorrea, en la inercia de aquella para espulsar la placenta ó presentarse los loquios, y en los casos en que las contracciones de la matriz para la espulsion del feto son irregulares, impotentes ó muy dolorosas.

De tan sencilla confesión tomó pie el médico para contar mil graciosas historietas, donde se mezclaban donosamente la devoción y la obstetricia y desempeñaba San Ramón papel muy principal.

Hay quien es un gran comadrón y un grandísimo ignorante en obstetricia y tocología, y toda clase de logías... divinas y humanas.

No le hubiera hecho gracia a Emma oír que se la comparaba con damas parturientas de sesenta años, y que se citaba, como ejemplo de belleza conservada milagrosamente, a Ninon de Lenclos, de quien nunca había oído ni el nombre la señorita de Silva. ¡Lo que sabía aquella Marta, que fue la que llevó la conversación de la tocología a la estética, para poder ella lucir sus conocimientos sin menoscabo de su decoro y prerrogativas de virgen pudorosa e ignorante en obstetricia!

A D. Agustín le retozaban las ganas de decir: «¡Todo eso es una patraña, y V. un mentecato sin pizca de sentido comúnPero se contenía por educación, y cortaba las discusiones diciendo en tono sarcástico preñado de cólera: Bueno, hombre, bueno; tiene V. razón... V. lo sabe todo... Conoce V. la fisiología, la anatomía, la obstetricia... para eso es V. marino... Yo no una palabra de esas cosas... para eso soy médico... Nada, nada, tiene V. razón... dejemos eso.