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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Y citaba tal y tal señor que por mostrarse paciencioso y humilde, aunque en el fondo de su corazon odiaba á sus amos, de criado que era de frailes llegó á ser promotor fiscal; y tal fulano que ahora es rico y puede cometer atrocidades seguro de tener padrinos que le amparen contra la ley, era no más que un pobre sacristan, humilde y obediente que se casó con una muchacha bonita y de cuyo hijo fué padrino el cura...
Con cualquier motivo, citaba a lord Chestermund, en cuyo castillo cazaba zorros en Escocia, y su mayor satisfacción era ser tenido por inglés. Cuando María Teresa y Diana llegaron, estallaron las exclamaciones de alegría y los saludos ruidosos. Martholl, como no jugaba jamás sino con James Milk, que no era del match, abandonó el juego y se apresuró a ir a hacer su corte.
Si se citaba delante de ella algún rasgo de valor ó de virtud, lo volvía al momento para buscarle la faz del egoísmo; si se tenía la desgracia de quemar en su presencia el más pequeño grano de incienso sobre el altar del arte, al instante lo extinguía de un revés.
No ignoraba, por ejemplo, que Luis XVI fue decapitado, y murió de resultas, ni que Carlos I de Inglaterra tuvo parecida suerte, hechos que con frecuencia citaba para probar lo temibles que son las muchedumbres cuando, según su frase, se desbocan.
Señor, yo quiero hechos... y el público no se fía de santidades... se fía de hechos.... Y Glocester citaba muchos hechos: la frecuencia de las confesiones de Anita Ozores, lo mucho que duraban las visitas del Provisor al Caserón, las visitas de la Regenta a doña Petronila.... ¡Cómo! ¿Y qué? ¿qué tenemos con esas visitas? ¿También va usted a creer que doña Petronila se presta?...
De Pas sentía unas dulcísimas cosquillas por todo el cuerpo al oír a la Regenta; y sin pensarlo se inclinaba hacia ella, como si fuera un imán. Afortunadamente las otras damas y el Arcipreste iban muy enfrascados en una agradable conversación que tenía por objeto despellejar a la pobre Obdulia. Ripamilán citaba, como solía en tal materia, al Obispo de Nauplia, la fonda de Madrid, los vestidos de la prima cortesana, etc., etc. No cabe negar que la resolución del Magistral estuvo a punto de quebrantarse, pero le pareció indigno de él mostrar tan poca voluntad y temió además lo que podía suceder en el Vivero.
En casos como el que citaba usted y temía que me ofendiera, no admito arribas ni abajos; porque, si a medirnos fueramos, ¿quién sabe, Leto, a quién le correspondería en justicia el puesto más elevado? Es posible que volvamos a hablar despacio de esto mismo... A mí no me pesaría.
Citaba mucho a su amigo el Patriarca y al campechano obispo de Nauplia; proponía rifas católicas, organizaba bailes de caridad, novenas y jubileos a puerta cerrada, para las personas decentes... ¡mil absurdos! El Magistral le iba a la mano siempre que podía, pero no podía siempre.
Habíale encargado esta que por ningún concepto soltara prenda por escrito en el manejo de aquel negocio, y por no faltar el majadero a una cita que con cierta viuda problemática tenía, a la misma hora en que le citaba también el ministro, dejó escapar aquella malhadada carta dirigida a este, que tan serias complicaciones había de traer más tarde.
Y ya que las hagáis, ¿por qué pecáis por el extremo contrario con Verónica, que es una niña como unas perlas? ¿Por qué detestáis a la una tanto como queréis al otro? Negaba la marquesa que ni ella ni su marido dejasen de querer bien a su hija, y hasta citaba en testimonio de ello el regalo en que la mantenían.
Palabra del Dia
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