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Actualizado: 5 de junio de 2025


Ayer estuvo la Jacinta en casa de D. Plácido... Quería subir a verle; pero esa otra, la santona, le dijo que otro día, por si te remontabas... Conque vete enterando... ¡Ah! ¡Quién me lo había de decir!... Todavía me he de ver yo cogida al brazo de don Baldomero, dando vueltas en la Castellana... ¡y poco charol que me voy a dar...! Si es una comedia... date tono, no seas boba... que si sabemos aprovecharnos, de esta hecha vamos para marquesas».

Demasiado sabía Vinagre que las botas de charol no existían en tiempo de Augusto, ni aunque existieran las había de llevar Jesús al Calvario; pero él no era más que un devoto, un devoto que en todo el año no tenía ocasión de lucirse; había que perdonarle la vanidad de ostentar en aquella ocasión sus botas como espejos, que sólo se calzaba en tan solemne día.

Se echó á la calle y dió vueltas en todos sentidos esperando las diez. ¡Cuánto tardaban en sonar! Media hora antes se situó frente al palacio del prócer. Desde allí vió entrar muchas señoras y caballeros; ellas rebujadas en largos abrigos con faldas resonantes de seda, ellos con botas de charol y sombrero de copa alta más reluciente aún que las botas. Al cabo también ella vino.

De día, bandadas de petimetres de guante amarillo y bota de charol, hormigueaban en la playa. Han visto á alguna persona que estaba sola. ¿Sola? ¿Por qué lo está? Y empiezan los cuchicheos. Acércanse y tratan de entablar conversación por medio del niño, al cual regalan algunas conchas. En una palabra, la señora, sin saber qué hacer, importunada, permanece en casa ó sólo sale de mañanita.

A ti, que todo lo penetras, ¿cómo he de intentar engañarte? Pero, francamente, mis chistes y agudezas, mis habilidades, mis talentos de sociedad, todo queda deslucido sin algo de filosofía. La filosofía se ha puesto en moda entre las señoras de los círculos aristocráticos, a quienes sirvo, pretendo y tal vez enamoro. Me falta este charol; dámele, y seré irresistible.

No: los frailes de Filipinas eran otros: elegantes, pulcros, bien vestidos, el cerquillo bien cortado, las facciones regulares y serenas, la mirada contemplativa, espresion de santo, algo de rosa en las mejillas, baston de palasan en la mano y zapatitos de charol en los piés, que dan ganas de adorarlos y ponerlos bajo campanas de cristal.

Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines.

Y a pesar de su odio contra la civilización europea y a pesar de su vida y hábitos de gaucho, se allanaba y se resignaba, con naturalidad y sin esfuerzo, a aparecer, en la vida y trato de las ciudades, como un caballero atildado, pulcro y bien vestido, ya de frac, ya de levita, a la última moda, con botas de charol, y por las noches con corbata blanca y guantes amarillos o lilas.

Asomóse entonces por la portezuela un sombrero de tres picos con plumas blancas erizadas, y luego un zapato de charol con hebilla de oro, y una pantorrilla bien rellena, calzada con media de seda blanca.

Eran las habitaciones más frías, pero también las más alegres de la casa. Las pocas veces que el sol se dignaba salir en Nieva, iba derecho a alojarse en ellas; las invadía sin miramientos como un huésped soberano, y se pasaba el día en su interior reflejándose en los espejos, matizando el raso de las sillas, estropeando el charol de los armarios y regalándose, en fin, de mil diversas formas.

Palabra del Dia

rigoleto

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