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Actualizado: 15 de julio de 2025
Las bocas de las tiendas, abiertas entre tanto colgajo, dejaban ver el interior de ellas tan abigarrado como la parte externa, los horteras de bruces en el mostrador, o vareando telas, o charlando. Algunos braceaban, como si nadasen en un mar de pañuelos. El sentimiento pintoresco de aquellos tenderos se revela en todo.
La ruda morena soltó una carcajada. La plática, aunque burlona, se fué haciendo más y más cordial, no tardando mucho aquel perro en obtener su perdón. El cuchicheo se hizo más íntimo y más suave. Hallaban los dos grato enamorarse por la reja después de haber hecho vida matrimonial cuatro años. Hacía ya largo rato que estaban charlando cuando se oyó el ruido de un coche.
Algunas aldeanas los acompañaron un buen trozo del camino, despidiéndolos á la salida del valle. Al entrar en la cañada, una brisa perezosa y blanda vino á acariciarles el rostro y las manos. Caminaban charlando y comiendo avellanas. Cuando la condesa tenía reunidos en la mano algunos cascos, los arrojaba riendo á la cara de su acompañante.
Las damas, con las manos trémulas, los ojos brillantes, murmuraban a cada instante : "Qué original es todo esto!... ¡Cuánto me alegro de haber venido!... Ha sido un capricho magnífico el de Clementina". Y todas procuraban encontrar el equilibrio de espíritu charlando de cosas indiferentes. Mas no lo lograban. La idea de tener encima tanta tierra pesaba sobre su pensamiento y lo turbaba.
Su profesión de espía perpetuo, es quizá lo que le hace tan callado y taciturno. Sin embargo, mientras el carretón lleno de escopetas y de cestas camina delante de nosotros, el Rondador nos entera de la caza, refiriéndonos el número de bandadas de paso y los cuarteles en que las aves emigrantes se han posado. Charlando nos internamos en la comarca.
A cada paso hallaba pandillas de clérigos con capa de esclavina, paraguas y gorro de borla, charlando en lenguaje vivo sobre el asunto del día, que era la muerte del Rey y el problema de la sucesión.
Todo el santo día lo pasaba de casa en casa, llamando a distintas puertas, visitando, charlando, recorriendo todas las partes del coloso desde las cocinas a los palomares; y por las noches, sin haber salido a la calle, llegaba a su choza provisional tan rendida como si hubiera corrido medio Madrid.
Por las noches algunas veces iban al café con la familia; otras, las más, se escapaban a algún teatro o vagaban cogidos del brazo por las calles solitarias, mirando los escaparates, entrando a lo mejor en cualquier tienda para comprar orejones o cacahuetes. Carlota empezaba a tener caprichos. ¡Qué noches aquéllas de dicha inefable! Paseaban horas enteras charlando.
En cuanto los chicos le divisaron corrieron a rodearle como un bando de gorriones alborotadores. Don Germán se sentó a descansar en uno de los bancos de piedra, charlando, riendo con ellos. Sus carcajadas llegaban alegres, sonoras, como en otro tiempo a los oídos de Elena, pero ahora sin saber por qué ¡ay! le partían el corazón.
Algo más lejos dos cadetes cerraban la acera charlando con un dependiente de un almacen en mangas de camisa: Plácido Penitente se dirigió á ellos para abrirse paso, y los cadetes que vieron la sombría intencion del joven y estaban de buen humor, se apartaron prudentemente. Plácido estaba en aquellos momentos bajo el influjo del hamok que dicen los malayistas.
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