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Actualizado: 15 de junio de 2025
De que se ha terminado la novena vuelve a su casa la vieja. Algunas veces se detiene en la puerta charlando un momento; pero esta tarde está tan triste por las emociones recibidas, que no tiene gusto de hablar con nadie. Este año ha apedreado. El aparcero que lleva las tierras de la vieja ha venido y se lo ha dicho.
¿De pocas?, ¡digo... pues si lo fuera de muchas...! Si usted el día que nació estaba charlando por siete. Dígame... ¿de quién es la casa? De su amo. Conque... Bastante hemos hablado... y finalmente: la finca es magnífica; está tasada en treinta y cinco mil duros. Sólo el pedernal de los cimientos y la berroqueña de la escalera valen un dineral. ¿Pues y las paredes?
Ese Mauricio tiene cara de buen muchacho. ¡Qué respetuoso! ¡Qué bien hablado! Y la tía se soltó charlando alegremente. Estaba muy contenta, contentísima. ¡Qué gusto, Rorró, qué gusto!
Breuil repuso: Lo que usted quiera. Todas las tardes se reunían, y charlando de sus lejanas mocedades pasaron horas muy bellas. El concluyó por instalarse en el piso segundo del hotel de María Ana. Nunca salían á la calle. Por las noches rezaban, jugaban al ajedrez, leían novelas y componían música.
Siguió embromándole con empeño, charlando y riendo mucho más que de costumbre. Manolo se defendía suavemente, sin dejar por eso de observar con atención aquellas aciagas señales que su rostro ofrecía. Al fin no pudo contenerse y cambiando de tono exclamó: ¡Tú has tenido un fuerte disgusto hoy, Soledad! La joven soltó una carcajada.
Pero no se había encontrado a su antiguo amor, hecha un pingo, y la convidó a tomar un café en aquel apartado establecimiento. Más de dos horas estuvieron charlando los que fueron amantes, y ella no paraba el pico refiriendo los malos tratos que le daba el hombre que a la sazón era su dueño. Volvieron dos noches después a la misma mesa, y Rubín trabó conversación con ellos.
Ambos rieron representándose aquel porvenir lejano. Y charlando de esta suerte llegaron al fin á casa; y después que Soledad hubo echado una mirada investigadora por el establecimiento, subieron para reposar. Rebelión. Velázquez se sintió al día siguiente avergonzado en presencia de su querida.
Pepa, ¿en qué estás pensando? ¡Echa aceite á ese velón!» Al revivir de pronto la luz todo el mundo respiraba con fuerza, y alguna mujer que dormía despertaba lanzando un suspiro. Al llegar cierta hora, infaliblemente, subía D. Álvaro de la cocina, donde se había quedado charlando con los criados, también sobre la cosecha.
En tanto dos hombres que en un apartado y estrecho cuarto del piso bajo de la casa parroquial estaban, entretenían el insomnio charlando acerca del suceso que motivaba tanto ruido y tan extremosas entradas y salidas de gente. ¿Quién anda por ahí, que tanto ruido hace? preguntó Navarro a su hermano. No es cosa que deba desvelarte, porque ni a ti ni a mí nos interesa.
Si él entraba al fin, le era imposible a ella disimular su alegría, y luego se estaban charlando horas y más horas, siempre en presencia de Doña Francisca, pues a mi señorita no se le consentían coloquios a solas ni por las rejas.
Palabra del Dia
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