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Actualizado: 15 de julio de 2025
Entonces, como ahora y como siempre, los profanos en el arte de la guerra arreglaban fácilmente las cuestiones más arduas, charlando en cafés y en tertulias, y para ellos era muy fácil, como lo es hoy, organizar ejércitos, ganar batallas, sitiar plazas y coger prisionero a medio mundo.
Esto le hacía ser tímido con muchas vendimiadoras que le gustaban, limitándose en sus placeres a una perversión intelectual, a hacerlas beber por la noche para verlas alegres, sin las preocupaciones del pudor, charlando entre ellas, pellizcándose y persiguiéndose, como si estuviesen solas. Con María de la Luz mostrábase igualmente circunspecto.
Embelesado y engolfado estaba yo charlando con doña Marcela, a ratos en andaluz y a ratos en inglés, cuando la temerosa aparición de Currito el Guapo, vino a interrumpir nuestro palique. » ¡Huya usted, por Dios! exclamó ella con voz trémula y llena de susto. Ahí viene ese monstruo que sin que yo le haya dado motivo es en este lugar el tirano de mi vida. Sálvese usted, caballero.
Papitos entró, y su ama le dijo que hiciera una taza de té, porque tenía el estómago revuelto. La señora no se había quitado el manto ni los guantes; pero cuando se aligeraba, charlando, de la carga que en su espíritu tenía, pensó en mudarse de ropa. En la mano traía un lío. Eran varias cosillas que de paso compró para engolosinar a Maxi.
Antes los hombres pasaban la noche en la taberna malgastando su jornal y hablando cosas feas. Ahora se van después de cenar al local de las Escuelas y allí se están cantando como unos benditos toda la noche. Cuando los ve cansados don Ricardo les da un cigarro, les entretiene un rato charlando y ya los tiene usted tan contentos. ¡Oh, señora, qué bien cantan ya!
El agua, sobre todo, fluyendo y charlando hoy como fluía y charlaba en 1558, sin respetar ahora el silencio de muerte que ha sucedido en aquella soledad al antiguo esplendor y movimiento, recordábanos estos hermosos versos con que nuestro inmortal Quevedo acaba un soneto titulado: A Roma sepultada en sus ruinas: «Sólo el Tibre quedó, cuya corriente, Si ciudad la regó, ya sepultura La llora con funesto son doliente. ¡Oh Roma!
Acababa de tomar café; estaba charlando con mi madre y mi hermana en esa pequeña galería de cristales que da a la huerta, cuando entró la Shele. Acudí a su encuentro, la pasé al despacho y cerré la puerta. Siéntate la dije. La muchacha se sentó y yo comencé el interrogatorio. ¿Hace mucho tiempo que estás en Aguirreche? Sí, ya va a hacer mucho tiempo. ¿Cuántos años tienes? Diez y ocho.
Por servir a una morena tan sandunguera.... Vas a valer más pesetas con el tiempo.... Hombre, ¿no repara usted Baltasar, lo que ganó desde el año pasado? Mucho más guapa está declaró Baltasar. ¿Pero estas chiquillas no cantan? interrumpió con dureza Josefina García . ¿Han venido aquí a hacernos tertulia? Para eso, que se larguen. No se ganan los cuartos charlando.
Flora hizo lo mismo con el suyo, y después de haber cambiado algunos besos cariñosos, charlando alegremente, comenzaron su tarea. Sacan todo aquel lienzo, lo sueltan en el remanso que el arroyuelo hacía, se despojan de la falda, de los zapatos y las medias, del pañuelo; se quedan medio desnudas con el blanco seno y los brazos al descubierto.
Todos se mostraban sorprendidos de verlos juntos charlando como antes, en un ángulo de la sala, larguísimos ratos, abstraídos de cuanto les rodeaba, habitando en ese rincón del cielo que los amantes encuentran tan fácilmente lo mismo en la soledad que entre la muchedumbre.
Palabra del Dia
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