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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Pues qué se les puede pegar a los nobilísimos renombres de Zafortezas, Suredas, Pomares, Fusteres... y otros, de que gozándose puros en el cielo de su limpieza, como unos Soles, se permitan retratar en un charco?

De todos modos, su Silvestre Paradox, aunque tan hundido en el charco impuro de la realidad y casi ahogándose en él, nos es muy simpático por su risueño estoicismo, por su desenfado y por el buen humor que nunca le abandona en medio de su inopia incorregible, cuitas y apuros. NOVELA POR JOS

Al llegar a ella quedó petrificado de terror ante la escena que apareció a su vista. Un hombre se revolcaba en medio de la habitación en un charco de sangre, mientras D. Miguel, de pie sobre la cama, agitaba triunfante una pistola gritando con sonrisa feroz: ¡Ya cayó uno! ¡Ya cayó uno! La mortecina luz de una bujía tirada en el suelo alumbraba aquella fatídica escena.

Un gran pino, desbranchado por sus choques contra las piedras, rodaba pesadamente por el charco. Jóvenes y muy ignorantes aún de las cosas de la naturaleza, mirábamos con extrañesa los sobresaltos é inmersiones del destrozado árbol.

El miedo y la distancia ennegrecían todos los colores, y unos y otros convenían en que Madrid debía de estar a aquellas horas convertido en un charco inmenso de sangre.

El desgraciado había recibido una terrible herida en el vientre, y falto de palabra para expresar su padecimiento, bramaba, aspirando con ansia el aire inflamado, sacudía el cuello; parecía dar a entender que hallando un charco de agua en que remojar la lengua, sus dolores serían menos vivos, y al fin se abandonó a su suerte, tendiéndose sobre el campo, indiferente al ruido del cañón y al toque de degüello.

contenta a Masicas, y yo te dejaré ir, que por gusto a nadie le hago daño. Dime qué pescado le gusta más a tu mujer. Pues el que haya, camarón, que los pobres no escogen: lo que has de hacer es que no vuelva yo con el morral vacío. Pues ponme en la yerba, mete en el charco tu morral abierto, y di: «¡Peces, al morral!» Y tantos peces entraron en el morral que casi se le iba Loppi de las manos.

En toda la noche no cerró Loppi los ojos, pensando en el amanecer, y en los puños alzados de Masicas, que le parecieron un ganso cada uno. Y a paso de moribundo se fue arrimando al charco a los claros del día. Y las voces que daba parecían hilos, por lo tristes, por lo delgadas: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ ¿Qué quiere el leñador? Para , nada: ¿qué he de querer yo?

No ha sido mala broma, je, je.... Probecicos y da lástima verles... sobre todo este señor cura está hecho un eciomo, perdonando la comparanza, es una sopa.... Anda, anda, y cómo se le ha ponío too el melindrán este... y la sotana parece un charco.... Tenía razón Pepe. De Pas y don Víctor se miraban y se encontraban aspecto de náufragos.

Un día estuvo Masicas más buscapleitos que de costumbre, y el buen leñador salió de la casa suspirando, con el morral vacío al hombro: el morral de cuero, donde echaba el pico de pan, o la col, o las papas que le daban de limosna. Era muy de mañanita, y al pasar cerca de un charco vio en la yerba húmeda uno que le pareció animal raro y negruzco, de muchas bocas, como muerto o dormido.

Palabra del Dia

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