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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Pasábamos al lado de una obra de esas que hermosean continuamente este país y clamaba: ¡Qué basura! en este país no hay policía. En París las casas que se destruyen no producen polvo. Metió el pie torpemente en un charco. ¡No hay limpieza en España! exclamaba. En el extranjero no hay lodo. Se hablaba de un robo. ¡Ah, país de ladrones! vociferaba indignado.

Los muchachos, sentados en los bancos de la escuela, levantan con frecuencia los ojos de los libros de estudio para mirar con avidez el camino que conduce al arroyo; luego, cuando al salir se sienten libres, se dirigen con alegría hacia el charco profundo, donde retozones y alegres van á bañarse.

Volviendo á caer con estrépito, flotaba lentamente hasta la extremidad del charco y chocaba contra una orilla, haciéndolo retroceder á la catarata. Símbolo de los desgraciados á quienes persigue el destino inexorable, daba vueltas y más vueltas con la incesante desesperación de una fiera salvaje encerrada en una jaula de hierro.

Si da un paso en falso, ó siguiendo rastro equivocado deja la vereda un instante, se pierde casi inevitablemente. Anda al azar de charco en charco; á veces medio se hunde en un agujero lleno de nieve blanda y permanece algún tiempo, como para esperar la muerte, en el hueco que se abrió delante de él.

Consintió, subí en el caballo y di dos vueltas calle arriba y calle abajo sin ver nada, y al dar la tercera asomóse doña Ana. Yo que la vi y no sabía las mañas del caballo ni era buen jinete, quise hacer galantería: dile dos varazos, tiréle de la rienda; empínase y, tirando dos coces, aprieta a correr y da conmigo por las orejas en un charco.

El dia 13, á dos leguas, pasaron un cerro algo alto; dos leguas mas adelante un arroyo de poca agua. Desde cerca de este arroyo escaseaba mucho el pasto y leña que hasta aquí era abundante: tres ó cuatro leguas mas adelante hicieron noche junto á un charco. Caminaron como siete leguas.

Tenía además un hijo mayor que Pepita, que había sido gran calavera en el lugar, jugador y pendenciero, a quien después de muchos disgustos, había logrado colocar en la Habana en un empleíllo de mala muerte, viéndose así libre de él y con el charco de por medio.

Tomé el vaso que acababa de dejar la hermana de los dientes blancos, y me dispuse a recoger agua, pues el que la escanciaba había desaparecido por escotillón; mas al hacerlo tuve necesidad de apoyarme en la peña, y cuando me inclinaba para meter el vaso en el charco, resbalé y metí el pie hasta más arriba del tobillo.

No es nada, no es nada... muchas gracias... Me pasa esto con frecuencia. D. Primitivo sacó de las reconditeces de su faltriquera un vaso de metal y corrió á un charco que estaba próximo. Cuando llegó con el vaso lleno, el joven estaba ya de pie y hablaba serenamente con el conde.

Después de haber satisfecho mi primer entusiasmo atravesando varias veces el charco profundo donde se agitan las aguas, y después de haber querido remontar la corriente, levantando á mi alrededor un caos de olas precipitándose unas con otras, descanso abandonándome tranquilamente á la felicidad de la vida sobre el agua dulce que me acaricia. ¡Qué alegría sentarme sobre una piedra bajo el chorro de la cascada, sentir caer el agua sobre como sobre una roca y verme envuelto en un manto de espuma! ¡Qué placer también dejarme arrastrar por las aguas corrientes hasta un escollo donde me agarro con una mano, mientras que el resto de mi cuerpo, levantado por las olas, flota de un lado á otro bajo el impulso de la corriente!

Palabra del Dia

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