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Actualizado: 3 de julio de 2025
Temía yo ser visto de Amaranta; pero como ésta y su tía habíanse adelantado y estaban ya arriba, me aventuré a seguir al diplomático, que subió detrás de todos con Inés, sosteniéndola por la cintura. Delante iban los criados con hachas, detrás yo solo. Inés se envolvía con un gran manto, chal o cabriolé que tenía larguísimos flecos en sus orillas.
Don Víctor levantaba la cabeza, extendía el brazo, señalaba a las nubes y daba pataditas en el suelo. Ana había desaparecido otra vez, había entrado en la casa, olvidando a Santa Juana Francisca sobre el banco, y a los dos minutos estaba otra vez allí con chal y sombrero; y los cuatro habían salido por la puerta del parque, que abrió Frígilis con su llave. ¡Iban al campo!
El canto continuaba aún; el sudor comenzaba a correr por la cara del cantor; por momentos el escondido objeto iba adquiriendo forma y cuerpo, que elevaba el chal en su centro unas cuantas pulgadas del suelo. Era ya indudablemente el contorno de un pequeño pero perfecto cuerpo humano con los brazos y piernas abiertos.
Y casi en el mismo instante comenzaron a entrar monjas, formando fila, que iban a colocarse en pie delante de los bancos, con silencio y corrección admirables. Detrás de las monjas, que serían unas treinta, vinieron las educandas internas, a quienes reconocí por el chal blanco que les caía por la espalda. El rostro apenas se podía distinguir.
Será porque estoy muy nerviosa. Voy por un abrigo. Se dirigió a la recámara. Mis ojos la siguieron.... A poco salió envuelta en un chal anchísimo, de felpa de seda, color de púrpura. Vea usted: exclamó, sentándose en una mecedora, cerca tenemos el castillo....
Un chal de listado tenía siempre puesto y caído sobre un hombro; y no había quien, cuando remataba una frase que le parecía intencionada, se echase por la espalda con más brío el chal de listado.
Pues decía á mi amigo que estaban ustedes mucho más bonitas cuando salían á la calle en pelo, tan primorosamente peinadas, y con aquellos pañolitos al cuello, como el que usted tiene puesto ahora, que con la mantilla y el chal que les comen lo mejor de la figura. ¡Otra!...; ¡mira qué reparón! Ya se ve que sí. Pues no llevan todas mantilla.
»Pensando en lo delicada y endeble que es tu constitución, siempre creería verte enferma, o amenazada de estarlo. ¿Quién podría decirte a todas horas: Mira, Magdalena, que ese sol del mediodía quema demasiado. Mira, que esa brisa nocturna es fría con exceso. Magdalena, cúbrete la cabeza con un velo. Magdalena, échate un chal sobre los hombros? »No; nadie te hablará así.
Cuando entraron al salón artesonado de encina, Godfrey se dejó caer en su sillón, mientras que Nancy, después de haberse quitado su sombrero y su chal, fue a colocarse a su lado junto a la estufa porque no quería separarse de él ni aun algunos minutos. Sin embargo, temía proferir alguna palabra que pudiera rozar los sentimientos de su esposo.
Repito que es una idolatría como otra cualquiera, y no necesito decir si la idolatría es ó no inmoral. Hablar de la industria equivale á hablar del comercio. Un día pasábamos por la calle de Richelieu y vimos un magnífico chal bordado de oro. Yo tenia gana de saber su precio, así como de ver el arreglo interior del almacen, y propuso á mi mujer que entráramos.
Palabra del Dia
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