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Actualizado: 17 de junio de 2025


«Aquí, aquí quiero estar siempre, querido vientecillo. Suéltame, déjame caer» dijo la pluma, desasiéndose de los brazos de su amado conductor, para caer dentro del ataúd. Este se cerró, y el vientecillo, que empezaba á dar revoloteos para sacarla con maña, no pudo conseguirlo, y la pluma quedó dentro. ¿Acabarán con esto tus paseos, oh alma humana? Abril de 1872.

El capellán murmuró como si rezase: Señorita.... Por Dios.... No se revuelva la cabeza.... Déjese de eso.... La señora de Moscoso cerró los ojos y apoyó la faz en los vidrios de la ventana. Procuraba contenerse: la energía y serenidad de su carácter querían salir a flote en tan deshecha tempestad.

¡Clara, Clara! exclamó el fanático desde dentro con voz fuerte." Clara cerró la puerta, y el militar se quedó cortado y aturdido en la escalera. Su primer intento fué llamar otra vez, llamar hasta que ella saliera; pero reflexionó en lo imprudente de semejante conducta. Bajó con lentitud. ¿Qué misterio hay en esta casa? decía para .

Creyó morir desmenuzado, hecho polvo sobre aquel cuerpo que le agarrotaba, absorbiéndole con la fiera voracidad de esas simas lóbregas donde desaparecen de un golpe los torrentes sin dejar una gota de su avalancha tumultuosa. Y desfalleciendo sus sentidos en aquel tembloroso ofuscamiento, cerró los ojos.

Debes tener frío dijo levantándose para dejarme; has andado bajo la lluvia, tus ropas mojadas transpiran los odiosos rigores de la vida precaria y del invierno, vienes empapado de estoicismo, de miseria y de orgullo. Aguardemos a mañana para hablar más razonablemente. Le dejé salir sin pronunciar ni una palabra más y advertí que cerró la puerta con impaciencia.

Es el de Sobrado, parque Usté no dude, y Usté se iformará y veraque es verdá. Q. b. s. m. Un afetísimo amigo». La Comadreja cerró, dictó sobre y señas, puso lacre fino del que ella usaba para escribir a su capitán, pegó un sello, y dijo a la Tribuna: Ahora, de paso que vuelves a tu casa, la echas en el correo con disimulo.

Giró varias veces sobre misma, y descendió rápidamente trazando una pequeña curva, reflejando sobre su pulimentada superficie algunos pálidos rayos. El anciano vió saltar gotas, oyó un ruido quebrado y el abismo se cerró tragándose el tesoro.

Toas me parecen feas, y Mariquilla lo sabe. La última noche que hablé con ella, cuando yo le pedía que me perdonase, sin saber por qué, y le preguntaba si la había ofendío en algo, la pobrecita lloraba como la Malaena. Bien sabe tu hermana que yo no la he fartao en tanto como esta uña. Ella misma lo decía: «¡Pobre Rafaé! ¡ eres bueno! Olvídame: serías infeliz conmigo». Y me cerró la ventana...

Cerró la puerta al salir, y entonces quedé solo en esa gran pieza antigua y silenciosa, donde las movibles llamas proyectaban extrañas sombras y luces en los puntos obscuros, y el viejo y alto reloj Chippendale marchaba tan solemnemente como lo había hecho durante un siglo.

, señor... pero en este momento va a decir misa. Si usted quiere oírla, puede subir después a su cuarto. Con mucho gusto repliqué. Retirose de la ventana, y acto continuo sonó un campanilleo de llaves y la puerta se abrió con ruido de cerrojos que se corren. Pase. Cerró otra vez con llave y me dijo: Venga usted conmigo.

Palabra del Dia

rigoleto

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