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Actualizado: 16 de junio de 2025


Pasa revista á los árboles frutales, á ver cómo van cuajando. Las cerezas abundan. En cuanto á los perales, todavía no se sabe á punto fijo lo que darán; pero esta noble familia, que es sumamente cortés y atenta, manda en este mes, como regalo extraordinario, unas peritas sabrosas, que aceptamos con júbilo. San Juan las trae, las apadrina y les da su nombre.

Fijaba la vista en sus labios: las cerezas no eran tan rojas ni tan frescas: la llevaba más tarde á su cuello, y aquella línea blanca ondulante donde su negra cabellera se deshacía gradualmente en vello finísimo como una armonía fugitiva que se pierde en el espacio, le parecía un sueño más que una verdad tangible. «¡Qué hermosa! ¡qué hermosamurmuraba con la unción de un místico que dice sus preces. ¡Y eso que aún faltan los ojos, las dos lámparas maravillosas, como yo los llamo!... De buena gana se hubiese prosternado y permaneciera así velando su sueño.

Cayó la granizada sobre los protestantes cuando menos se percataban de ello; un queso se aplanó sobre la faz del inglés, rompiéndole el monóculo; un gajo de cerezas despedido por el hermano de Guardiana se estrelló en la nuca del ministro, embadurnándosela lastimosamente. Al par que bombardeaban, denostaban las intrépidas muchachas al enemigo. Tomar, a ver si reventáis chillaba la Comadreja.

Tratábase de alcanzar allá arriba, en la última tabla, cierto frasco de cerezas en aguardiente que hacía diez años que aguardaba a Mauricio, y con cuya apertura quisieron obsequiarme. A pesar de los ruegos de Mamette, el viejo se había empeñado en ir a buscar él mismo las cerezas, y encaramado sobre una silla, con gran espanto de su mujer, pretendía alcanzarlo.

Sólo por prurito de hacer hipérboles podía darse este nombre al mezquino aguaducho, consistente en media docena de botellas, un gran tarro de cerezas en aguardiente, caja de latón con delantera de vidrio, medio llena de bollos y azucarillos, y un par de botijos de agua de la Arganzuela. Tenía mucho sueño dijo Romualda . Anoche me tuvieron en vela esperando a padre López, que vino entre dos luces.

Kotelnikov recibía estas muestras de atención con su modestia habitual. Un día se decidió a hacer una visita a su subjefe; mientras tomaba te con confitura de cerezas, hablaba de las negras y de algo exótico que había en ellas.

Al encontrarse después sus ojos, se dejaron caer una en brazos de otra sollozando amargamente. Desahogada por el llanto su aflicción, notaron que tenían el rostro manchado. Y por un movimiento simultáneo comenzaron á tomar apresuradamente agua del río y á frotarse con tal ahinco que al poco tiempo sus cándidas mejillas quedaron más rojas que las cerezas. El capitán.

Inmediatamente declaró que tenía una hambre de caníbal y aceptó con un desenfado que me encantó. Me esquivé un instante para ir a afrontar el mal humor de Susana. Susana dije entrando con agitación en la cocina, el señor de Couprat come con nosotros. ¿Tenemos algún pollo gordo, leche, fresas, cerezas? ¡Ah, Señor! ¡cuánta cosa! refunfuñó Susana; hay lo que hay y nada más.

Esto de las muertes es como las cerezas. Se tira de una y las otras vienen detrás a ocenas. Hay que matar pa seguir viviendo, y si uno siente lástima, se lo comen. Hubo un largo silencio. La dama contemplaba las manos cortas y gruesas del bandido, con sus uñas roídas.

Compramos avellanas, peras, cerezas y rosquillas en todos los puestos de la romería, convidámonos recíprocamente la familia, el exclaustrado y yo; vi un desafío á los bolos entre mozos de lugar y otros tantos forasteros; los «¡vivasque nos echaron los danzantes, encaramándose unos sobre otros hasta formar lo que ellos llaman castillo, y los que también hubo para las demás personas que les habían dado dinero; y volvimos á casa al anochecer, despidiendo al predicador después de haber tomado chocolate y agua de limón todos juntos, como si no hubiéramos comido al mediodía.

Palabra del Dia

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