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Actualizado: 20 de abril de 2025
Los curas, especialmente, le merecían extraordinaria consideración. El hablar y tratar de cerca a los que pocas horas antes había visto oficiando en el templo con lujosos trajes y teniendo al pueblo prosternado en torno, era a sus ojos lo que hubiera sido para chico crecido entre soldados codearse con jefes.
Es realmente un exceso, lo comprendo, pero bien sabe Dios que no pocas veces me he prosternado diciéndole: «Señor, no hay que exagerar. ¿Por qué me has dotado de tantas facultades y has dejado desmantelados a muchos ministros, profesores y académicos a quienes hacen más falta que a mi?» No seas injusta, Elena. Compadécete de mí. ¿Piensas que es una ganga el tener talento en España?
La Francia, tan justamente erguida por su suficiencia en las ciencias históricas, políticas y sociales; la Inglaterra, tan contemplativa de sus intereses comerciales; aquellos políticos de todos los países, aquellos escritores que se precian de entendidos, si un pobre narrador americano se presentase ante ellos con un libro, para mostrarles, como Dios muestra las cosas que llamamos evidentes, que se han prosternado ante un fantasma, que han contemporizado con una sombra impotente, que han acatado un montón de basura, llamando a la estupidez, energía; a la ceguedad, talento; virtud, a la crápula, e intriga y diplomacia, a los más groseros ardides; si pudiera hacerse esto, como es posible hacerlo, con unción en las palabras, con intachable imparcialidad en la jurisprudencia de los hechos, con exposición lucida y animada, con elevación de sentimientos y con conocimiento profundo de los intereses de los pueblos y presentimiento, fundado en deducción lógica, de los bienes que sofocaron con sus errores y de los males que desarrollaron en nuestro país e hicieron desbordar sobre otros... ¿no siente usted que el que tal hiciera podría presentarse en Europa con su libro en la mano, y decir a la Francia y a la Inglaterra, a la Monarquía y a la República, a Palmerston y a Guizot, a Luis Felipe y a Luis Napoleón, al Times y a la Presse: ¡leed, miserables, y humillaos! ¡He ahí vuestro hombre!, y hacer efectivo aquel ecce homo, tan mal señalado por los poderosos, al desprecio y al asco de los pueblos?
Entre tanto Velázquez seguía exagerando sus rendimientos, no tanto para suavizar la aspereza de su querida, como por el íntimo placer que esto le causaba. El placer de antes dominándola, martirizándola, era menos que nada comparado con el que ahora sentía satisfaciendo sus caprichos, uncido, prosternado á sus pies.
»El horrible buitre que con su pico y sus garras destroza el pecho de mi hija volvía a hacer presa en ella y entonces yo, prosternado y con la frente inclinada, invocaba a Dios diciendo: ¡Dios mío, escucha mis súplicas! ¡no me abandones! ¡Si tu providencia infinita no ayuda a mi ciencia desmedrada y estéril, mi hija y yo estamos perdidos!
Al pie de la montaña que vomita lava, el terror le ha prosternado con la cara hundida en el polvo: en los campos sedientos, el deseo es quien le ha hecho mirar suplicante á la nieve, madre de los arroyos: el agradecimiento le ha dado adoradores en aquellos que encontraron seguro refugio en el valle ó en el escarpado promontorio: finalmente, la admiración ha debido de dominar á los hombres á medida que se desarrollaba en ellos el sentimiento de lo bello y hasta cuando estaba adormecido, en estado de instinto.
Fijaba la vista en sus labios: las cerezas no eran tan rojas ni tan frescas: la llevaba más tarde á su cuello, y aquella línea blanca ondulante donde su negra cabellera se deshacía gradualmente en vello finísimo como una armonía fugitiva que se pierde en el espacio, le parecía un sueño más que una verdad tangible. «¡Qué hermosa! ¡qué hermosa!» murmuraba con la unción de un místico que dice sus preces. ¡Y eso que aún faltan los ojos, las dos lámparas maravillosas, como yo los llamo!... De buena gana se hubiese prosternado y permaneciera así velando su sueño.
Recordaba el joven ciertas estampas de santos misioneros, en las que aparecen éstos con un salvaje prosternado a sus pies, cual símbolo de las grandes conquistas realizadas en favor del cielo; y en sus conversaciones con Feli, designaba siempre al remendón con el apodo de Indio converso.
Conozco vuestro poder, y sin embargo ya veis que no obedezco. Nosotros te ensenaremos a humillarte. No tengo necesidad de aprenderlo. iCuantas noches tendido sobre la arida arena y con la cabeza cubierta de ceniza, me he prosternado poniendo mi cara sobre la tierra! He caido en la ultima de las humillaciones; porque me he sometido a mi vana desesperacion y a mi propia miseria.
Así lograremos que sea mayor nuestra intimidad. Parecerá usted un paje antiguo prosternado ante su dama. No podía ocultar Robledo el asombro que le causaban estas palabras, pero acabó por colocarse tal como ella quería, aunque el asiento le resultase molesto, á causa de su corpulencia.
Palabra del Dia
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