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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Me siento sin fuerzas. Además, estoy algo borracho. ¿No me lo conoces?... Por fin, una mañana se mostró resuelto: quería verla. Adivinábase cierta preparación en su aseo exterior, como si acudiese a una entrevista amorosa. Iba recién afeitado; ocultaba algo bajo las aletas del macferlán, que parecía menos viejo después de unos cuantos pases de cepillo.

Marta, con el peligro, recobró la actividad que había perdido ante la lúgubre ceremonia de la comunión; preparó todos los medicamentos, dio fricciones con un cepillo a la enferma en los pies, la sostuvo incorporada largo rato para que no se sofocase y ejecutó cuanto don Máximo había prescrito en los casos anteriores.

La victoria se detiene en la modesta casa de Melchor Astul, que desde horas antes se apercibe para el viaje proyectado, tarea en la cual han intervenido madre y hermanas, disputándose el éxito en los refinamientos de la previsión, pues en los últimos detalles de un trajín semejante es cuando se corre el riesgo de olvidar lo fundamental: el cepillo de dientes; las zapatillas; el sobretodo por si refresca; el abotonador; la pasta dentífrica; el betún, etc., etc.

Desde que se ponía el pie en el portal se observaba el espíritu religioso, la economía y la limpieza que reinaban en aquella casa. Los muebles de la antesala eran feos y antiguos, pero brillaban por el frote de la bayeta y el cepillo. En uno de los ángulos había un pedestal con una Purísima de yeso, pintada. Los pasillos amplísimos y enjalbegados como los de un convento.

Surgía del horizonte una barra de sombra que iba rodando vertiginosamente hacia el navío, como una pieza de tela que se desenrolla, obscureciendo al mismo tiempo el cielo y el agua. En esta zona de sombra el mar aparecía erizado de pequeñas puntas, como la superficie de un cepillo. El avance sólo duraba unos minutos.

La iglesia estaba envuelta en una semisombra gris y sucia: la luz que caía de las altas ventanas de la cupulilla, ocultas por gruesas cortinas azules, no bastaba a esclarecer el ambiente. De rato en rato sonaban campanillazos, y otras veces el chocar de los cuartos dentro del cepillo que un monago presentaba a los fieles pidiendo, para el cultooo de esta santa iglesiaaa.

Juanito, eres un imbécil dijo el avaro con los labios trémulos por la rabia, erizándosele el bigote de cepillo . Siempre creí que en tu carácter había más de tu padre que de mi hermana, y por eso te quería; pero ahora veo que me engañé.

Rosalindo encontró al fin la tumba. Era un montón de piedras adosado á otras piedras que parecían la base de un muro desaparecido. Dos maderos negros y resquebrajados por el viento formaban una cruz, y al pie de ella había una vasija de hojalata, un antiguo bote de carne en conserva venido de Chicago á la América austral para acabar sirviendo de cepillo de limosnas sobre la sepultura de una mujer.

Pero a quien hay que darlos es a Guillermina que es la que sabe agradecer. ¡Ah! Se me olvidaba decirte otra cosa. Me invitó a ir a visitar su asilo, mejor dicho, nos invitó a las dos. Iremos. Ese día estrenaré mi abrigo nuevo y la falda que te piensas hacer. Habrá que echarle algo en el cepillo; pero no importa. Otros petitorios me enfadan a ; que a los cepillos no les temo.

El bigote de don Víctor parecía una escoba mojada; con la humedad que traía de las marismas roció la frente de su esposa; pero ella no sintió repugnancia, y vio oro y plata en aquellos pelos tiesos que parecían un cepillo de yerbas hechas ceniza por la raíz y tostadas por las puntas.

Palabra del Dia

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