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Actualizado: 6 de mayo de 2025
En reserva les diré á ustedes que con mucho sigilo me dijo en una ocasión una india que servía á una mestiza cuarterona, que ó pesar de todo cuando decía su ama, de cuando en cuando mascaba un chiquirritín buyito y saboreaba un cigarrillo; pero que siempre lo hacía teniendo cerca el cepillo de los dientes y el agua perfumada.
Yo creo en la Virgen del Sagrario y un poquito en Dios; ¿pero en esos señores? ¡Si los conocieran como yo...! Pero, en fin, todos hemos de vivir, y lo malo no es tener defectos, sino ocultarlos, hacer la comedia como el sinvergüenza de mi yerno, que ahí donde lo ves, grandote como un castillo, se da golpes de pecho, besa el suelo lo mismo que las beatas, está deseando mi muerte, creyendo que guardo algo en mi arcón, y quita lo que puede del cepillo de la Virgen, y roba las velas y hace trampas en el cobro de las misas, y ya estaría en la calle si no fuese por mí, que pienso en mi hija, siempre enferma, y en los pobrecitos de mis nietos.
Al mismo tiempo gritó: ¡Madrina! ¡madrina! ¡Venga usted! D.ª Eloisa y la criada se precipitaron en la habitación. En vano trataron de reanimar al moribundo dándole aire después de incorporarle, abriendo el balcón, frotándole los pies con un cepillo, haciendo todo lo que les sugería en aquel momento su imaginación. Era el último ataque de disnea. Abría de vez en cuando la boca.
Iba embozado en una capa vieja, por bajo de la cual asomaba una esportilla de compras, y por encima del embozo de raído terciopelo mostrábase su rostro lleno y colorado, en el que los detalles más salientes, aparte de las arrugas, eran un bigote de cepillo y unas cejas canosas, tan oblicuas, que hacían recordar los chinos de los abanicos. ¡Juan! exclamó doña Manuela.
Ya se ve ... con estas ideas del día, ¡qué había usted de hacer! Es preciso perdonar dijo doña Paulita con una voz agridulce y atiplada, que parecía salir de lo profundo de un cepillo de iglesia. Sí, perdonar; pero corregirse también indicó Salomé con el aplomo de un legislador. Si no, á dónde iríamos á parar; porque el perdón sin corrección produce peores efectos que el no perdonar.
La pulcritud de las casas y calles de Basilea, como de todo mobiliario, es admirable. Se diría que allí vive una colonia de Holandeses, eternamente ocupada en las faenas del cepillo, la esponja y la brocha.
Con la cara tiznada de kohol y siwak, dice Al-Makkarí, palabras que el traductor y comentador interpreta polvos dentríficos, añadiendo en una nota que el siwak puede significar así un específico cualquiera para limpiar la dentadura, como el palo que usaban los Arabes al efecto en vez de cepillo.
Este viejo tiene un bigote blanco, recortado, como un pequeño cepillo; viste un pantalón a cuadritos negros y blancos; lleva unos lentes colgados de una cinta negra; se apoya en un bastón de color de avellana, con el puño de cuerno, en forma de pata de cabra. Este viejo llora de alegría. Se ha pasado toda su vida en el teatro; cuando vio su fortuna deshecha se vino al pueblo.
En otra lo pulen, que es cosa muy curiosa, parecida a la de las piedras de amolar, sólo que la máquina de pulir anda más de prisa, y la rueda es de alambres delgados como cabellos, como un cepillo que da vueltas, y muchas, como que da dos mil quinientas vueltas en un minuto.
Media hora después, un hombre alto, delgado, pálido, como de sesenta años muy modestamente vestido con ropas que demostraban un antiguo y continuo trato con el cepillo, entró lleno de ansiedad. Era uno de esos hombres que llevan el corazón en la cara. Un corazón todo sentimiento, todo dulzura, todo abnegación, todo caridad. Y en los ojos, la mirada inteligente y serena.
Palabra del Dia
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