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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Al lado dijo, de todos los motivos de abstención ya enumerados, hay aquí una carta según la cual se debe atribuir el celibato de muchos al desarrollo del lujo.

En la segunda, se lamenta, se entristece, no piensa más que en su mala salud, envidia la suerte de las jóvenes más favorecidas en este concepto y acaba por dar un ejemplo notable de rebelión en el celibato. Sin mi mala salud murmura, hubiera podido casarme... A mi mala salud debo, pues, el tener que vivir sola...

Señora, no hay artificio en lo que digo. Señora, la verdad, no había pensado... Un ardid amoroso... en efecto, no es ningún crimen. Pero ha de saber usted que he destinado a mi hija al celibato. Ella no quiere casarse... Además, aunque de mis repetidos informes resulta que no es usted mala persona, no basta... porque, veamos, ¿quién es usted?... ¿de dónde ha salido usted?

Así es que puedes presentar ese joven a Antoñita por medio del señor de Mengis y si le place... ¡Ah! ¡qué olvidadizo soy! exclamó Amaury, dándose una palmada en la frente. Está visto que unos meses de ausencia han bastado para hacerme perder por completo la memoria. Olvidaba que Leoncio juró vivir y morir en el celibato.

¿Por qué? pregunté interesada por mis queridas solteronas. Porque la acción del clima influye en el desarrollo de la vida de familia y en el temperamento personal. ¿Cómo? pregunté con emoción y sorpresa. Porque las ideas más serias... una naturaleza más fría... y una gran dificultad para los cuidados materiales son las causas de esta propensión al celibato.

Mi imaginación excitada no tenía en cuenta el sitio en que estaba; y en la sombra del altar, apenas visible entre los fieles, me parecía ver levantarse la silueta de la abuela que me gritaba: Ahí tienes lo que serás si te obstinas en tus ideas de celibato... ¡Oh! no, no es así. A Dios gracias, no todas las solteronas tienen la devoción llena de hiel ni son tan falsas y mordaces.

Eso es, métete en esa pandilla, y contra además... ¡Ah! dijo Francisca dando un gran suspiro, bastante desgraciado es pensar que se va una a enmohecer como las otras en la piel de una solterona... Nadie te obliga a enmohecer objetó Genoveva. , se acartona una a pesar suyo cuando el celibato le ata las alas. Pues bien, cásate exclamé.

Aquella virtuosa Princesa resolvió no casarse, siendo así que su hermano deseaba que lo hiciera con el hijo del Emperador Federico II. Si la Princesa hubiera querido hacerse religiosa no hubiera encontrado ciertamente ninguna oposición en su familia, pero la desgraciada hablaba de celibato mundano... «No tendré respondía a todas las instancias, otro esposo más que Jesucristo; sin pasar el resto de mis días en un claustro, viviré en medio del mundo en un estado de virginidadBlanca de Castilla, su madre, y el Rey Luis IX, su hermano, a quien esta resolución contrariaba en extremo, se dirigieron al Papa Inocencio IV para que la combatiese.

Ferragut encontraba agradable su celibato al acordarse del final de este idilio trasoceánico. Bien entrado el otoño, tuvo el notario que ir en persona á la Marina para conseguir que su hermano soltase á Ulises.

¡Ay! exclamó de pronto Francisca levantando al techo unos ojos desesperados; qué fastidioso es pasar la vida con solteronas... Veo que sigues con tan poco gusto por ese glorioso estado dijo Genoveva con compasión. Tengo tanto horror al celibato respondió Francisca, que me siento con malas disposiciones hacia las solteras... Soy capaz de todas las bajezas por atrapar un marido...

Palabra del Dia

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