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Actualizado: 29 de mayo de 2025


La capilla de Sancti Spiritus se fundó contigua al vestíbulo de la antigua catedral por el mediodia, por Diego Fernandez de Córdoba, á quien cedió ese sitio el cabildo. Luego el primer marqués de Comares, tercer nieto del Diego Fernandez, la dió á Luis de Angulo, su tio, veinticuatro de la ciudad, de quien la hubieron los marqueses de Guadalcázar, sus descendientes.

Pasó dos días en extraordinaria agitación, encerrado en su cuarto, sin ver a su amiga ni otro ser viviente más que a la doméstica que le servía sus cortas refacciones, sin resolverse a consultar con algún médico de experiencia por el temor de adquirir la fatal certidumbre de su desgracia. La agitación, no obstante, cedió y se transformó, como sucede generalmente, en abatimiento y tristeza.

Más adelante se le ocurrió degradarla de otra manera. Josefina comía a la mesa con los señores. El alto y poderoso maestrante no había consentido en ello al principio: importunado por su esposa, cedió al fin, no sin repugnancia. Concha, penetrada de la ojeriza de su señora, comenzó a intrigar para privar de este honor a la recogida.

Pero Demetria, que tenía el rostro demudado, la retuvo con fuerza de la mano. ¡Déjame á ! Flora cedió de buen grado. Saltaron los tres á la barca y aquélla fué á situarse en la proa para dejar solos á los novios. Nolo hubiera querido quedarse en tierra, hubiera querido ir también á la proa, hubiera querido que la barca se hundiese; todo menos quedarse mano á mano con Demetria.

Antes de salvarlo por un puentecillo de madera, Tristán propuso apearse y descansar un poco. Clara se resistió débilmente; era ya tarde; deseaba llegar a casa antes que regresasen de la estación sus hermanos. Pero cedió al fin por complacerle. ¿Un ratito nada más, verdad? Cinco minutos echando por largo. El agua bajaba brincando entre rocas manchadas de musgo.

La generala, advertida al cabo, procuró separarlo, pero tan suavemente, que el brazo volvió al instante al mismo sitio; tornó la dama a separarlo más blandamente todavía, y el brazo, cual si tuviera un resorte, volvió a su posición. Después intentó besarla y la besó. Después quiso que ella le besara a él; resistió un poco; al cabo cedió diciendo: Te doy un beso maternal; no te imagines otra cosa.

Fué tanto, no obstante, el empeño que Gonzalo puso en ello, sin duda para distraerla un poco de la melancolía en que había caído, que, al fin, cedió. Con ir a Sarrió a probarse los trajes y dar instrucciones a la modista, se distrajeron algunas tardes. Llegó el esperado domingo. Gonzalo, que estuviera ocupado toda la mañana, almorzó en Sarrió.

No comprendí entonces que pudiera caber monstruosidad semejante en ser humano por bárbaro que fuese. Mi cólera cedió paso al enternecimiento. Un diluvio de lágrimas bañó mis mejillas. Puse la gumía sobre la mesa de noche. La puse allí con mucho tiento y temblando de que mi mujer se despertase. Volví a mirar a Beatriz. La miré como quien mira el tesoro que ha perdido.

No, no... repuso ella con la voz blanca, esquivando la boca en pesados movimiento de su cabellera. Al fin, al fin echó la cabeza atrás y cedió cerrando los ojos. ¡Ah! ¡Para qué haber resucitado un instante, si mi potencia viril, si mi orgullo de varón no revivía más! ¡Estaba muerto para siempre, ahogado, disuelto en el mar de cocaína!

Entonces pudieron los hijos tratar de su rescate; pero Dali-Mamí pidió tanto por Miguel de Cervantes, que éste perdió la esperanza de salir del cautiverio y cedió su parte á Rodrigo, que consiguió la libertad en agosto de 1577.

Palabra del Dia

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