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Actualizado: 29 de junio de 2025
Mas Currita sólo vio en todo aquello un capricho de niño voluntarioso, y entre caricias y reflexiones, halagos y amenazas, intentó persuadir al niño a que se dejara hacer el retrato: cedió este en la apariencia, y Currita subió con ambos niños de la mano a la espléndida cabaña en que tenía el marqués de Villamelón su taller fotográfico.
La generala siguió tomando la cuenta con calma, el semblante pálido, la voz un poquito alterada. Miguel se vio necesitado a salir aquella noche sin sombrero. Esperó un rato en el portal vecino y se metió en el primer coche de alquiler que acertó a cruzar. Al fin la generala cedió a los deseos, vehementemente expresados por su amante, y se confió a la doncella.
Tres o cuatro días estuvo el duque de Tornos entre la vida y la muerte. Al cabo cedió la calentura, y desapareció la gravedad. Sin embargo, la curación debía ser larguísima. Había dos costillas fracturadas, la mandíbula inferior también, y sobre esto, terribles magullamientos en otros varios parajes del cuerpo. Al cabo de un mes pudo trasladarse a Madrid.
Dos piezas interiores completaban el cuarto. Cuando Guillermina, comprendiendo el fin próximo de Mauricia, indujo a Severiana a sacarla del hospital por tercera vez y llevarla a su casa, la señora viuda del comandante cedió su cuarto para tan benéfico objeto, trasladando sus muebles al cuarto de otra vecina. Mauricia fue, pues, instalada en la segunda de las dos salitas.
Tarlein, vamos a dar una vuelta por los jardines. Sarto cedió inmediatamente. Bajo sus bruscas maneras se ocultaba prodigioso tacto y también, como lo fui reconociendo más y más cada día, un profundo conocimiento del corazón humano. ¿Por qué se mostró tan poco exigente conmigo respecto de la Princesa?
Hipógrifo violento que corriste parejas con el viento. Después supo que esto lo suprimían. «¡Qué escándalo!». Pero, niña prosiguió demasiado nos honra la Marquesa. ¿Qué honra ni qué calabazas?... pero ha de venir. No señora; es inútil insistir. Disputaron mucho tiempo; pero al fin doña Rufina, que también quería ver empezar, cedió y se llevó a don Víctor, que hizo algunos remilgos.
No faltó quien se opusiera, pero la resolución no se podía efectuar hasta el cabo de tres meses, y la misma minoría cedió, sin resistencia, con la esperanza de que algo sucedería que lo impidiese, como en efecto sucedió. El invierno de 1851 se recordará por mucho tiempo en toda aquella comarca.
Isidora cedió, mas no sin obtener permiso para ir a ver a su hijo cuando quisiera. Y en efecto, venía dos, tres y hasta cuatro veces por semana, trayendo golosinas para Riquín y sus camaradas, y además velas de cera, cálices de plomo, efigies, estampas del Sagrado Corazón, mitras, estolas, y por último un monumento de Semana Santa tan completo y hermoso que no había más que pedir.
Fue esto en la época que aún tenía dinero. ¿Pero de qué podía servirle aquella tierra en una isla apartada a la que no volvería nunca?... Y en una genialidad de gran señor bondadoso, la cedió a Pep a bajo precio, capitalizándola con arreglo al arrendamiento tradicional y concediendo amplios plazos para el pago; cantidades que, al sobrevenir después épocas de apuro, habían representado muchas veces para él una alegría inesperada.
Además, en la fábrica de la montaña, aunque bien pagado, considerado y satisfecho en punto a comodidades materiales, pues tenía buena casa, gajes y atenciones, al fin no prosperaba, no podía hacerse rico. Ensayó el proyecto de convertirse en socio industrial, pero cedió ante las dificultades que el propietario a solapo le fue poniendo.
Palabra del Dia
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