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Actualizado: 19 de julio de 2025


Tomo VII. La segunda casaca. El grande Oriente. Tomo VIII. El 7 de Julio y los cien mil hijos de San Luis; 13 pesetas. Tomo IX. El Terror de 1824 y un voluntario realista; 14 pesetas. Tomo X y último. Los Apostólicos y un faccioso; 15 pesetas. =PONSON DU TERRAIL.= El Herrero del convento; 2 tomos 8.º, de 336 y 434 páginas, 3 pesetas.

Empecemos por la elección de tela. ¿Elige usted la muselina blanca con viso de foulard? Pues entonces no puede adoptarse la casaca. Sobrino me ha dicho que le devuelva el que me sobre. El gros glasé me lo pone a veinticuatro reales.

El buen anciano, vestido de una sencilla casaca y de un calzón verde, con la cara llena de arrugas y la cabeza calva, escuchaba con los ojos fijos, uniendo las manos y gritando: ¡Dios mío, Dios mío! ¡En qué tiempos vivimos! No se puede andar por las carreteras sin correr el peligro de ser atacado. ¡Esto es peor que las antiguas historias de los suecos! Y el anciano movía la cabeza.

Fuera, en el recibimiento, estaba el retrato de uno de sus ascendientes menos remotos, un señor de rostro afeitado, labios finos y descoloridos, peluca blanca y casaca de seda roja, que, según rezaba la cartela del lienzo, había sido regidor perpetuo de la ciudad de Palma.

serás siempre la misma Manuela, la loca, la pretenciosa, y morirás cuando gastes el último céntimo. Cada uno nace con su carácter, y eres de aquellos a quienes el pobre papá cantaba la antigua copla: /* Arròs y tartana, casaca a la moda, ¡y ròde la bola a la valensiana! */

Bien, bien dijo D. Diego. ¡Por vida del diablo! ¿Te he hecho mal, hijo mío? No, padre dijo D. Fadrique. Está visto: yo necesitaba hoy de doble acompañamiento para bailar. Hombre, disimula. ¿Por qué eres tonto? ¿Qué repugnancia podías tener, si la casaca te va que ni pintada, y el bolero clásico y de buena escuela es un baile muy señor? Estas damas me perdonarán. ¿No es verdad?

El único que protestó fué Labarta. «¿Marino?... Sea en buen hora; pero marino de guerra, oficial de la Real Armada.» Y el poeta veía su ahijado revestido de los esplendores de una bélica elegancia: levita azul con botón de oro todos los días, y en las fiestas casaca de galones y vueltas rojas, sombrero de picos, sable... Ulises levantó los hombros ante tales grandezas.

»Con estas voces quedamos todos confusos, y no sabíamos qué hacernos; pero, considerando que las voces del pastor habían de alborotar la tierra, y que la caballería de la costa había de venir luego a ver lo que era, acordamos que el renegado se desnudase las ropas del turco y se vistiese un gilecuelco o casaca de cautivo que uno de nosotros le dio luego, aunque se quedó en camisa; y así, encomendándonos a Dios, fuimos por el mismo camino que vimos que el pastor llevaba, esperando siempre cuándo había de dar sobre nosotros la caballería de la costa.

Aquel señor vestido como un hombre del campo, rudo centauro de zajones y fuerte garrocha, era un ilustre personaje que podía cubrirse el pecho de bandas y cruces y vestir en el palacio de los reyes una casaca llena de bordados con una llave de oro cosida a un faldón.

La procesión estaba ya en su última parte. Desfilaban los invitados, una avalancha de cabezas calvas o peinadas con exceso de cosmético, una corriente incesante de pecheras combadas y brillantes como corazas, de negros fracs, de condecoraciones anónimas y de un brillo escandaloso, de uniformes de todos los colores y hechuras, desde la casaca y el espadín de nácar del siglo pasado hasta el traje de gala de los oficiales de marina.

Palabra del Dia

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